Primera lección: mentir siempre sale muy caro. Federico Quevedo.



Todo lo que está pasando era inevitable que ocurriera. Ayer, el New York Times comparaba a Rodríguez con un boxeador acorralado en la esquina del cuadrilátero, recibiendo una tunda de campeonato, noqueado y a falta de segundos para caer al ring por KO. Es la realidad, la cruda realidad, y no puede ser de otra manera después de que Rodríguez basara toda su estrategia política en un engaño permanente, dicho claramente, en mentir. Una y otra vez. Sin descanso. A veces de modo compulsivo.
El 13 de marzo de 2004, por la noche, el hoy ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dijo aquella célebre frase que ha pasado a la historia como uno de los eslóganes más efectivos y efectistas de nuestra corta historia democrática: “Los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”. Tenía razón, y la sigue teniendo. Ningún ciudadano de ningún país se merece un Gobierno que le mienta. Obviamente no voy a entra en la inútil discusión de si el Gobierno de Aznar mintió o no mintió, ni a al análisis de cómo ganó la izquierda aquellas elecciones. Es agua pasada, importa lo de ahora. Pero aquella frase merece la pena refrescarla porque si ha habido un gobierno mentiroso en este país, ese ha sido el de Rodríguez Zapatero, sin lugar a dudas.
Esto debe servir de lección porque, al final, los ciudadanos acaban castigando a quien cree que se puede permitir el lujo de tomarlos por idiotas. Verán, la última de las mentiras de este Gobierno ha sido clamorosa, y lo que es inexplicable es cómo después de haber sido pillada in fraganti en el ejercicio del engaño, la vicepresidenta Salgado no ha presentado de inmediato su dimisión, pero ya se sabe que en este país no dimite nadie. Fue a cuenta del famoso decretazo y de la prohibición que el Gobierno pretendía a partir de ya para que los ayuntamientos no pudieran endeudarse. La rebelión municipal les obligó a dar marcha atrás, pero Salgado quiso presentar como una errata del BOE lo que fue una rectificación en toda regla, reconocida luego por el propio presidente y el otro vice, Manuel Chaves, dejando a Salgado en evidencia.
Pero tan solo unos días antes el propio Rodríguez fue víctima de sus mentiras y de su demagogia: el 5 de mayo, tras reunirse con Rajoy, dijo textualmente que el Gobierno descartaba un recorte drástico del déficit porque eso equivaldría a frenar el crecimiento, y se opuso radicalmente a cualquier recorte del gasto social… Pues bien, tan solo unos días después presentaba en el Congreso un ajuste duro de las cuentas públicas con el mayor recorte del gasto social que haya hecho jamás ningún Gobierno en España.
Abrasado en sus mentiras
El afán de mentir es lo que tiene, que al final las mentiras se vuelven contra uno mismo. ¿Se acuerdan de aquello de que nuestro sistema financiero era el más sólido y más estable de todo el mundo? Pues ya ven qué solidez y qué estabilidad. ¿Se acuerdan de aquello de que íbamos a enseñar a los europeos cómo salir de la crisis? Pues estamos como para dar lecciones. ¿Se acuerdan de cuando Rodríguez presumía de la envidia que tendrían de nosotros Berlusconi y Sarkozy? Pues sí, están que se corroen de envidia. Y, por supuesto, ¿se acuerdan de todo aquello de que no estábamos en crisis, de que solo era una ligera desaceleración, de que se trataba de algo pasajero, de los brotes verdes, etcétera, etcétera? Pues el viernes el Gobierno se tuvo que bajar los pantalones y reconocer que vamos a seguir en recesión y que la tasa de paro va a acercarse al 20% en 2011. Y, fíjense, con la que está cayendo son unas predicciones bastante optimistas.
Todo esto ha llegado al ciudadano, y hoy Rodríguez se presenta ante la opinión pública como un político mentiroso, y eso le ha hecho perder la ‘magia’ que tenía, razón por la que las cosas empiezan a salirle muy mal. Puedo equivocarme, pero tengo la impresión de que tampoco este fin de semana va a conseguir poner de acuerdo a empresarios y sindicatos sobre la reforma del mercado laboral, y que más le valdría haberse ido a Brasil a despejarse un poco que buena falta le hace. Y si se hubiera quedado allí con su amigo Lula, mejor para nosotros.
Pero, verán, aunque es ahora cuando a los ojos de la inmensa mayoría Rodríguez aparece como un político mentiroso, no es nueva esta forma suya de entender la política. Ya en la legislatura pasada abusó de la mentira, pero quizá entonces todavía gozaba de esa ‘magia’ y, además, los ciudadanos vivían adormecidos por una situación económica aparentemente boyante. Pero la realidad es que ya aquel 30 de diciembre de 2006 en el que ETA hizo saltar la tregua por los aires con una furgoneta bomba en el parking D de la T4, y que se llevó con ella la vida de dos inmigrantes latinos, Rodríguez debería haber presentado su dimisión, porque esa bomba fue el punto y final a una mentira constante como fue el famoso ‘proceso de paz’.
Esa fue una de sus mentiras la otra fue la del Estatut, una mentira permanente que nos ha llevado a una crisis institucional sin precedentes. Mintió con aquel famoso eslogan del talante como mintió con tras muchas cosas que han provocado probablemente una de las épocas de gobierno mas tensas desde el punto de vista social en este país. Entonces los ciudadanos medio se lo perdonaron en las elecciones de 2008, pero a partir de ahí Rodríguez se destapó como lo que era, un gobernante fatuo, mentiroso, intolerante, vanidoso e incapaz.
Hoy ya son pocos los que dudan de que ha sido y es el peor presidente del Gobierno de la democracia, una opinión que, lo crean o no, comparte buena parte de los ‘suyos’, o al menos eso se desprende de afirmaciones como la de José Antonio Griñán el jueves en las cortes andaluzas cuando dijo aquello de que “que Zapatero sea malo, no les hace a ustedes (los del PP) buenos”, y en lo que abundó después calificando su gestión de “desastre”.
Esa imagen de Rodríguez se ha generalizado, y por eso hoy es un presidente en retirada, noqueado, abrasado en la salsa amarga de sus mentiras que han llevado a este país a una situación insostenible y a la peor crisis -económica, moral, política, institucional y social- de su historia. Solo le queda irse, por la puerta de atrás, cabizbajo, directo al puesto que una vez me dijo un socialista que sería su destino: “Acabará de bedel en la sede local del PSOE en Albacete”. Y que me perdonen los de Albacete, que no tienen la culpa.


*Federico Quevedo, licenciado en Ciencias de la Información, ha realizado su carrera profesional en medios como Radiocadena Española, Antena 3 Radio, Europa Press, La Gaceta de los Negocios, Actualidad Económica... Además es colaborador de Telemadrid, Popular TV, 'La Mañana' y 'La Linterna' de La Cope y 'El Gato al Agua' en Intereconomía. Autor de los libros 'Pasión por la Libertad' sobre el pensamiento político del ex presidente Adolfo Suárez, y 'El Negocio del Poder' junto al periodista Daniel Forcada.

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