¿Quién nos libera de los liberados?. Antonio Burgos.

No sé si la historia será verdad, pero merecería serlo. Es preciosa. Cuando Suárez nombró ministro de Hacienda a Jaime García Añoveros, el catedrático (porque entonces los ministros eran catedráticos y no mindundis) lo primero que hizo al llegar a su despacho oficial de la calle Alcalá fue llamar al secretario general técnico y preguntarle cuántos funcionarios había en aquella España más o menos administrativamente abarcable, donde aún no estaba establecido este disparatón de las 17 autonomías y los 17 minigobiernos y miniparlamentos. Le respondieron: «Uf, eso es muy difícil de saber con exactitud, señor ministro...»



Me imagino que ahora ocurriría igual si un ministro preguntara cuántos liberados sindicales hay en España. Traduzco: cuántos trabajadores no la doblan con la coartada del sindicato y la empresa ha de pagarles el sueldo no para que defiendan la productividad y la competitividad, sino los intereses de UGT y Comisiones. Por un lado leo que en España hay 57.000 liberados sindicales, 57.000 tíos como castillos que se llevan el sueldo sin pegar palo al agua. Y cuando me parece excesivo el número, en otro sitio leo que sólo en la Administraciones públicas hay 20.000 funcionarios o personal estatutario que son liberados sindicales. Que, vamos, hace años que no le ponen la mano encima a un expediente. Y por lo que respecta a la empresa privada, en esa misma fuente me dicen que son 4.000 los liberados. Esto es, que por si los sindicatos recibieran pocos millones de euros del pesebre gubernamental, encima a sus activistas les tienen que pagar el sueldo los empresarios.
A mí me parecería todo esto lógico si, un suponer, tuviéramos como liberados a los presidentes de las comunidades de vecinos que velan por nuestros intereses, por la limpieza de portales y escaleras y por la seguridad de los ascensores. ¿Qué le parecería que al señor del segundo izquierda que es presidente de la comunidad de vecinos pidiera la excedencia en su trabajo y le tuviéramos que pagar el sueldo entre todos los propietarios para que se dedicara exclusivamente a defendernos ante la contrata de los ascensores, el administrador que nos lleva las cuentas y la empresa de limpieza? Pues eso es aproximadamente lo que hacen los liberados. Más mérito civil le concedo a ser presidente de una comunidad de propietarios con problemas de grietas y filtraciones que a andar de delegado sindical liberado, sin doblarla.
Con los que no ha podido la reforma laboral, ni las medidas contra la crisis, ni el recorte de sueldo a los funcionarios ni nada. Aquí todo el mundo se aprieta el cinturón, pero los liberados sindicales siguen sin doblarla. Hay quien estima que las horas que estos vividores del cuento dejan de trabajar suponen 1.600 millones de euros al año. ¿Se imaginan la de agujeros de la deuda que se pueden tapar con 1.600 millones de euros que se llevan estos caras? Y al final, pero no lo último, la palabra, que se las trae: «liberados». Es decir, que los que cumplen con su obligación y trabajan son unos esclavos, unos siervos de la gleba empresarial. Ellos son los únicos que gozan de libertad en un mundo de esclavos laborales. Un pico y una pala es lo que hay que darles, como decía El Chimenea de Cádiz, a todos estos «vivatis del cuenterati que sin doblati pasan la vía, yo me acordati de sus castatis que tienen muchos duros ahorratis de practicar la tunantería».

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