Tregua Futbolera. Manuel Contreras.

En el siglo IX antes de Cristo, los estados de Esparta, Elis y Pisa firmaron un acuerdo de paz que se prolongaría desde una semana antes de la celebración de los juegos hasta una semana después, con el objetivo de que los participantes pudieran transitar por sus territorios hasta llegar a Olimpia sin sufrir hostilidades. El armisticio se denominó Tregua Olímpica y se respetó escrupulosamente durante doce siglos, hasta la prohibición de la cita deportiva el año 339.
El fútbol no auspicia este respeto reverencial en las masas, pero mantiene igualmente una ascendencia casi sagrada en los comportamientos colectivos. Nada moviliza como el futbol: en Sevilla, las manifestaciones más populosas de los últimos años se referían a protestas vinculadas con los dos equipos de la ciudad.

Esta devoción se suele interpretar como amor a unos colores, pero no tiene nada que ver con el amor. Los enamoramientos empiezan y se acaban; la afición futbolística es, sin embargo, una cadena perpetua sentimental. ¿Qué tiene el fútbol para esclavizar la voluntad? Uno puede cambiar de filiación política, de familia y hasta de credo, pero difícilmente mudará su militancia balompédica.

En el fondo, la afición futbolística implica una anulación de la voluntad y una renuncia al libre albedrío. Probablemente esta sumisión emocional explique que cuando un evento futbolístico conecta con la ilusión colectiva no exista ya nada más importante. La magia del fútbol no necesita que los políticos consensúen una paz efímera como en la antigua Grecia: sin mover un dedo, desde Zapatero hasta el alcalde de su pueblo saben que en las próximas semanas van a gozar de una tregua gracias al aletargamiento nacional. Cuando España empiece a golpear el balón allí en el quinto pino, allí en el culo de Africa, la crisis dejará de importar durante unas horas y el país tendrá al fin una excusa para convocar las ilusiones que no puede permitirse en su vida cotidana. Pero ay del político que confunda esta tregua futbolística, por muy eufórica que llegue a ser, con un indulto: la gente es forofa, pero no es gilipollas.

Comentarios

  1. "la gente es forofa, pero no es gilipollas"
    Que equivocado estás amigo...

    LA GENTE ES FOROFA, Y MUY PERO QUE MUY GILIPOLLAS.
    Cinco millones en el paro y no hemos tenido cojones a protestar...PERO QUE MUY GILIPOLLAS.

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