Por segunda vez, Zapatero pisa engrudo en Cataluña. Antonio Casado.


Hizo lo mismo con la reforma del Estatut y la aventura terminó de mala manera en el Tribunal Constitucional. Por mucho que Moncloa repita lo contrario, el saldo no ha sido positivo. No lo ha sido, al menos, en el sentir de los presuntos beneficiarios y sus legítimos representantes. A pesar de todo, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, de nuevo se propone apadrinar una operación de alto riesgo. El riesgo de romper las costuras del Estado de las Autonomías.
Si el intento de mejorar el autogobierno de Cataluña siempre ha de terminar así, con la frustración de los catalanes y la desconfianza del resto de los españoles, a lo mejor es que el traje no sirve para vestir al mismo tiempo las aspiraciones de aquellos y los temores de éstos. Respecto a determinados usos, ya nos ha dicho el Tribunal Constitucional que, efectivamente, no sirve. Sin embargo, Zapatero se dispone a encabezar una operación de segunda lectura de la sentencia que en realidad es una segunda ofensiva para alcanzar las metas no alcanzadas en la primera, la que comenzó en 2003 y ha terminado siete años después con los consabidos recortes.

Son ganas de volver a pisar engrudo. Sus declaraciones de amor a Cataluña en el reciente debate sobre el Estado de la Nación y el sábado pasado ante el Comité Federal del PSOE, incluido el firme compromiso de rehacer la sentencia del Constitucional hasta donde sea posible sin incurrir en desacato, trasladan a la opinión pública la perturbadora sensación de que para el presidente del Gobierno nada es tan urgente como calmar a la clase política catalana, solidarizarse con ella y comprometerse de nuevo en devolverle lo que a lo mejor no está en su mano, como ya ocurrió con la promesa de aprobar en el Parlamento de la Nación lo que viniera aprobado del Parlamento autonómico.

Esta forma de proceder sirve para alimentar innecesariamente sospechas de mayor calado. Por ejemplo, que quiere enmendarle la plana al Tribunal Constitucional, que “juega con el Estado como si fuera un mecano” (Rajoydixit), que se distrae de lo verdaderamente prioritario (la lucha contra el paro y las reformas económicas en marcha) y que, en fin, le preocupa más mantener su cotización electoral en Cataluña que mejorar el autogobierno de esta Comunidad Autónoma.

División en las filas socialistas
La plasmación de esta incierta aventura, que ha vuelto a dividir a la familia socialista, según vean las cosas desde Cataluña o desde el resto de España, quedará recogida en una resolución que será votada mañana en el Congreso de los Diputados con el aval personal de Zapatero y de Montilla. Entre otras cosas, los 169 diputados del grupo parlamentario (incluidos los 25 catalanes) constatan el malestar creado en Cataluña por la reciente sentencia del Tribunal Constitucional y la voluntad de “potenciar el Estatut mediante cambios legislativos”.
Sinceramente, creo que en este asunto el presidente del Gobierno ha ido demasiado lejos en su nivel de compromiso para salvar una situación política concreta. Le está dando alas a la demagogia de quienes utilizan las cuestiones identitarias para resucitar viejos fantasmas. Por un lado, los aliados de Montilla que proponen sin complejos la proclamación del Estat catalá. Y por otro, los adictos a la idea de la España con fobia a la diversidad.

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