Las catalanas dictan sentencia. Séneca.


Perdonen ustedes, queridos contertulios, este fin de semana de relax que se ha tomado de descanso el aquí escribiente... y pido perdón porque, además de resultar ser una desconsideración por mi parte, la semana ha dado mucho de sí.



Por un lado tenemos el conflicto Marruecos-Sahara, por otro unas autónomicas en Cataluña que no han hecho más que confirmar lo esperado, por otro las turbulencias económicas que tantos post arrancaron la semana pasada en nuestro blog, por otro a los coreanos dispuestos a liarla parda como buenos hermanos, por otro la reunión de Zapatero con las 35 empresas más importantes del país, ect... prometo cumplir una "hoja de ruta" con ustedes y subiros un post de cada asunto esta semana, faltaría más.
Y hoy comenzamos la semana con el tema estrella en cuestiones políticas: las elecciones catalanas.
Unas elecciones que han castigado a Zapatero hasta los extremos previstos y ya ha costado la cabeza a Montilla tal batacazo. Han certificado el auge del P.P y situarlo en el podio catalán y ha hecho realidad el reinado sin discusión de Arturo Más, Artur I de Catalunya.


Los fantasmas de la legislatura incompleta vuelven a merodear por la Moncloa... lo describe muy bien el comedido y perspicaz Fernando Ónega, un habitual del blog. Os dejo su maravilloso artículo de "La Vanguardia" calentito sobre el sofá, para que lo leáis atentamente con los pies en alto y mirando hacia la chimenea:




Zapatero, tocado. Fernando Ónega.

La cuestión es que CiU ha ganado brillantemente y Artur Mas formará gobierno. Es lo que estaba en juego y para decidirlo se ha votado. Pero importa también la repercusión de estas urnas en la política española. Y de los dos candidatos a ocupar la Moncloa, sólo Rajoy puede estar satisfecho con el resultado. Su ilusión de comenzar el cambio desde Catalunya no se ha visualizado de forma suficiente, pero el PP ha crecido y se sitúa en puesto de podio. No es bastante para decir que así se ganan las generales, pero es un aliento en la carrera. El importante esfuerzo del líder conservador, con viajes constantes a las cuatro provincias, reuniones con empresarios y otros estamentos de la sociedad, si no ha dado los resultados apetecidos, sí lo llena de moral. Lo que le falta ahora es seguir creciendo. Y si no lo consigue por méritos propios, su esperanza sigue siendo escalar a costa de la destrucción de Zapatero. Un motivo más para no dar tregua al presidente del Gobierno.

Desde el punto de vista estatal, el gran perjudicado de las urnas catalanas es precisamente Zapatero. De entrada, el Partido Socialista pierde poder. Pasa a gobernar una comunidad autónoma menos, aunque haya gobernado en las condiciones que imponía el tripartito. Es el primer deterioro territorial, antes de que se produzca el muy temido de mayo del 2011. Pierde también votos. Aunque todavía ignoramos en qué proporción se han ido a otras formaciones, a la abstención o al voto en blanco, lo cierto es que se han perdido para los socialistas. PSOE y PSC son hoy menos fuertes que ayer. Como se contaba con esa caída, parece menor, pero no lo es: la caída del respaldo a Montilla será leída como la primera muestra en las urnas del cansancio o la decepción del zapaterismo.

Y otro problema derivado: la relación con Artur Mas. Aquí se combinan los factores políticos y personales. Políticos, porque el señor Mas adquirió el compromiso público de ganar el concierto económico y lo puso como condición para que CiU apoye en Madrid a cualquier partido estatal que lo necesite. Eso augura un futuro de desencuentros que harán imposible el entendimiento. Personales, porque el mismo Mas se considera engañado por el presidente y no ofrece ningún síntoma de olvido. Lo que pudo haber sido una relación cordial es ahora un semillero de conflictos. Sumados todos estos factores, las urnas de ayer dejaron tocado al socialismo y a su líder. Al PP no le abrieron las puertas del cambio, pero el PSOE-PSC, aunque siga siendo la primera fuerza estatal en Catalunya, ha perdido jirones de seducción.

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