No es tan fiero el león como lo pintan. Javier Díaz-Giménez




Ayer Mariano Rajoy presumió en el Congreso de que en 2012 las Administraciones españolas registraron un déficit del 6,7% del PIB. También dijo que ese dato suponía una reducción en un solo año de 3,5 puntos porcentuales “en términos estructurales”. Valoremos esos datos.


Primero de todo esa cifra no es estrictamente cierta. El propio Gobierno reconoce que, si incluimos las minusvalías de los activos financieros del Tesoro –para entendernos, de los títulos en los que se han materializado las ayudas a la banca– el déficit de 2012 estará en torno al10% del PIB, lo que en números redondos equivale a 100.000 millones, y más o menos supone 2173 euros por cada uno de los 46 millones de residentes españoles. Esa es la cifra mareante que el Tesoro ha tenido que financiar en 2012. Esa es la cifra mareante que ha contribuido a aumentar la deuda  pública. Esa es la cifra mareante cuyos intereses los españoles vamos a tener que pagar con nuestros impuestos hasta que la amorticemos, también con la recaudación de nuestros impuestos.Y una parte de esa cifra mareante –la que ha financiado la banca española– es la que ha contribuido a expulsar del crédito bancario a las pymes españolas. 

La afirmación de que esa cifra supone una reducción del déficit de 3,5 puntos en términos estructurales es todavía más peregrina. La razón es que la forma en la que se ha conseguido casi la totalidad de esa reducción ha sido con recortes en los gastos que se nos ha asegurado que eran puntuales –como la supresión de la paga extra de los empleados públicos o la subida de las pensiones por debajo de la del IPC – y con subidas de tipos impositivos que se han anunciado como transitorias –como la de tipos del IRPF o la de tipos del IVA–. En definitiva, que el Gobierno ha conseguido reducir el déficit, pero en términos coyunturales.


Para terminar de apreciar la naturaleza coyuntural de este resultado, debemos recordar que una parte importante de la reducción del déficit de 2012 –más o menos 4.500 millones–se ha conseguido recurriendo al viejo truco contable cambiar las periodificaciones de los ingresos. Con ese artificio, el Gobierno ha recaudado dos veces el Impuesto sobre Sociedades en 2012.Una vez por los beneficios fiscales del año anterior, como se ha hecho siempre hasta este año, y otra por los pagos fraccionados a cuenta de los rendimientos de 2012. Lógicamente, este año ese impuesto se va a cobrar sólo una vez por los pagos fraccionados.

Y eso nos trae al déficit público de 2013. Supongamos que en 2013 el PIB español termine menguando un 1% –exactamente a mitad de camino entre la predicción optimista del Gobierno que prevé que mengüe en un 0,5% y la predicción de consenso, que anticipa una contracción del PIB del 1,5%–. Supongamos también que el compromiso de reducción del déficit como proporción del PIB a la que nos obliga Bruselas es muy cariñosa: de tan sólo un punto porcentual –desde ese 6,7% que todavía esta por confirmar por Eurostat, hasta el 5,7%–. Entonces, para cumplir con ese objetivo el Gobierno tiene que reducir el déficit de este año en unos 20.000 millones (un punto de reducción del déficit más un punto de contracción del PIB). ¿Cómo lo logrará? Pues yo sólo veo dos caminos: o acometiendo por fin una reforma estructural del sector público o profundizando en recortes del gasto.


Si no va a haber reformas –y el anteproyecto de reforma local recientemente aprobado apunta a que el Gobierno no se siente con fuerzas para acometerlas–, como los ingresos no van aumentar en el entorno recesivo actual, la única solución para reducir el déficit es continuar con los recortes. Con la inversión pública prácticamente detenida, eso obliga a seguir recortando la retribución de los empleados públicos, quizás suprimiendo las dos pagas extras de este año, a seguir recortando el empleo público y a volver a reducir el valor real de las pensiones. Sinceramente no veo factible que el Gobierno sea capaz de adoptar estas medidas. Y en ese caso volverá el helicóptero, esta vez con un rescate integral. ¡Ay,Mariano!

Javier Díaz-Giménez. Profesor de Economía. IESE Business School

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