Draghi el insumiso y el Banco de Japón, dos luces en el tunel.

El Banco Central Europeo finalmente se decidió a bajar los tipos de interés y anunciar la prórroga de la barra libre de liquidez al menos durante un año más al tiempo que anunciaba estar dispuesto a tomar otras medidas, como penalizar los depósitos que los bancos europeos inmovilicen en sus arcas, en un claro intento de conseguir que haya más interés porque fluya el crédito a la economía real.

Y para algunos ha sorprendido que la decisión se haya tomado a pesar de la ‘advertencia’ previa que la canciller alemana, Angela Merkel, hizo unos días antes de la reunión del BCE en Bratislava, al señalar que Alemania preferiría que se subieran los tipos y no que se bajaran. Para los sorprendidos, este hecho demostraría la independencia del BCE frente a los poderes políticos europeos, sobre todo porque la medida se habría tomado en contra de los intereses de la principal potencia. Pero la realidad tampoco es tan nítida.

Es verdad que la canciller hizo ese comentario, pero existe el convencimiento de que era más para consumo interno de Alemania que una presión hacia el BCE. De hecho, la reacción posterior de las cajas de ahorros alemanas, señalando que la medida es mala para los ahorradores alemanes, es la misma que cualquiera de cualquier otro país podría haber tenido: la baja del precio del dinero abarata los depósitos de los ahorradores alemanes, franceses, españoles o italianos. No hay vuelta de hoja. Lo mismo que favorece a todo aquel que tenga un crédito referenciado a la evolución del precio del dinero, desde las hipotecas a las operaciones sindicadas de las grandes empresas. Y todos estos últimos lo han ido visualizando poco a poco en estos meses a medida que se revisaban los créditos o debía producirse el pago periódico de los intereses.


El hecho de que se haya ido anticipando la bajada del precio oficial del dinero es lo que hace que se piense que los efectos futuros de la medida apenas se dejarán notar, pero será porque ya lo han hecho. La relajación de la prima de riesgo de todos los países, por ejemplo, a pesar de que los títulos alemanes siguen situándose en niveles mínimos, es una demostración de esto.

Recuperación

La decisión del BCE no fue en todo caso especialmente difícil de tomar, en primer lugar porque venía preparándose desde hace tiempo y se ha materializado cuando las condiciones respecto a los objetivos básicos del banco central eran las mejores. Efectivamente, la tasa de inflación europea ha caído hasta el 1,2% en el mes de abril, según los datos provisionales de Eurostat, muy lejos del 2% que tiene establecido el BCE como objetivo a mantener. Y las previsiones apuntan a que en un plazo prolongado no existe temor alguno de que vaya a repuntar más que unas pocas décimas. Las últimas estimaciones apuntan a que a final de año estará por debajo del 1,5%.

Con una inflación controlada más allá de lo razonable y con un euro por encima de los 1,31 dólares por unidad, no había razones reales para no bajar el precio del dinero, independientemente de que la medida ayude o no a la recuperación de la economía europea.


El dilema en todo caso es, si en la situación actual, la medida tendrá efectos cercanos en la mejora de la economía o si resultará una bala gastada sin efectos palpables. La idea general es que la eurozona en su conjunto no saldrá de la actual situación si no se logra que el dinero fluya hacia la economía real, hacia las empresas y las familias. Y en una recesión no suele ocurrir, porque las entidades retraen su actividad por el temor al riesgo; y las empresas y las familias lo que quieren es sanear sus finanzas ante la incertidumbre del futuro.

Es lo que está pasando en la zona euro y en España en concreto. En España los bancos no hacen sino reducir su inversión crediticia, unos voluntariamente y otros -los nacionalizados- porque las ayudas recibidas se han dado a condición de que reduzcan su tamaño de manera visible. Las previsiones sobre el futuro cercano son peores que hace tres meses en Europa y en España: el PIB caerá más y el paro aumentará por encima de lo estimado inicialmente. Las empresas lo que quieren es sobrevivir, y para ello necesitan circulante, y las familias reducen su endeudamiento lo más rápido que pueden. Los últimos datos de evolución de la deuda de las familias constatan que éstas la reducen todo lo que pueden.


En espera de que el BCE detalle las medidas que estudia para reactivar el crédito hacia las pymes como complemento al recorte de los tipos de interés al mínimo histórico del 0,5%, y de que los gobiernos comunitarios consensúen posibles planes de impulso de cara a su reunión de junio, las esperanzas sobre la recuperación económica parecen depositadas en Japón y su programa de expansión cuantitativa. La batalla contra la deflación –un fantasma que amenaza ahora a EEUU– llevó al Gobierno japonés a principios de abril a lanzar la mayor inyección de liquidez de su historia, con el objetivo de doblar su masa monetaria en 2015 y acabar con 15 años consecutivos de caídas de precios. En el primer mes de aplicación, el incremento de la masa monetaria ha sido del 23%, lo que habla a las claras del empeño del Banco de Japón porque su arriesgada apuesta tenga éxito. La propia entidad adelanta ya que la economía nipona ha dejado de debilitarse y que podría cerrar el año creciendo un 2,9%, seis décimas más de lo previsto anteriormente.

Aunque los expertos alertan de que el plan japonés podría terminar en un sonoro fracaso si no logra impulsar el consumo y la producción industrial pese a haber disparado su deuda pública, una pronta recuperación de Japón sería la mejor noticia posible para Europa. Se prevé que la oleada monetaria nipona alcance el continente europeo en busca de fuertes rentabilidades, lo que facilitaría las emisiones de bonos de países como España o Italia y daría aire fresco a la anquilosada economía europea.

Comentarios

Entradas populares