La UE prepara su agenda de política conjunta mirando de reojo las políticas expansivas de Japón y USA.


A medida que se aproxima la decisiva cita entre los jefes de Gobierno de la Unión Europea de finales de mes, se hace más evidente la necesidad de que los líderes de la zona euro giren el foco de sus medidas hacia el crecimiento, aunque sin abandonar la consolidación fiscal que ha permitido restañar la confianza perdida de los inversores. La cumbre estará precedida por la presentación unos días antes de la tercera ronda de medidas de expansión económica de Japón, que incluirá rebajas de impuestos a la inversión empresarial, importantes liberalizaciones, un ambicioso programa de obras públicas o el regreso de su apuesta por la energía nuclear, entre otras. El plan del Gobierno nipón para duplicar la masa monetaria en dos años y revitalizar su economía, siguiendo la senda marcada por EEUU, deja en mayor evidencia el inmovilismo de la zona euro ante el agravamiento de su crisis interna, mientras otras áreas del planeta ya enfilan la salida de la recesión, lo que se ha convertido en principal elemento de preocupación para instituciones como el FMI.


La falta de un programa común a nivel europeo para impulsar la economía comunitaria amenaza con malograr los esfuerzos de austeridad presupuestaria realizados para solventar la crisis de deuda soberana europea. A la incapacidad de la cúpula dirigente de Europa se suma la ortodoxia del BCE, que ha preferido reservarse para más adelante la adopción de nuevas medidas extraordinarias, aunque ha reclamado a los gobiernos de la UE que eviten caer en la complacencia sobre la falsa premisa de que la crisis ya está superada.


Europa confía en el impulso exterior para regresar a un crecimiento sostenido (de hecho, gran parte de la liquidez procedente de Asia en busca de jugosas rentabilidades explica la caída del riesgo soberano), pero si la Reserva Federal estadounidense inicia la retirada progresiva de los estímulos a su economía en vigor desde 2008 daría al traste con esas esperanzas. Por el momento, la ralentización generalizada de la actividad, que también ha llegado a Alemania, ha facilitado el acercamiento de posturas entre los socios, evidenciado en la declaración conjunta de Hollande y Merkel la semana pasada en favor del plan de 6.000 millones de euros para reducir el paro juvenil, la concesión directa de créditos del BEI a las pymes y la unión bancaria. Pero lo que necesita el euro son medidas concretas, con un calendario de aplicación inamovible. No caben ahora nuevas proclamas grandilocuentes que después quedan en papel mojado, ni que los líderes comunitarios se enreden en disputas interesadas que acaben rebajando la ambición y alcance de proyectos decisivos como la unión bancaria. Europa debe salvarse a sí misma.

Os anticipo para mañana un extenso artículo sobre las pensiones, tal como está demandando el blog ante la inminente reforma del Pacto de Toledo.


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