Agosto... bendito y loco agosto.

Este agosto está rompiendo muchas de las previsiones que los expertos habían vaticinado para el período con una bolsa en claro positivo y una relajante prima de riesgo que rompen el histórico de estadísticas. Sin embargo hay asuntos que particularmente no entiendo. En momentos de gran crispación e inquietud social con la corrupción, el paro, la precariedad de las empresas y de las economías familiares y un sinfín más de temas añadidos en primera página, el diferencial con el bono alemán se reduce hasta el entorno de los 260-270 puntos básicos, muy lejos de los más de seiscientos por los que rondó en 2012.


¿Qué ha mejorado para que se haya producido esta más que notable reducción? Continúo con mis dudas. A comienzos de la actual legislatura la penalización de la deuda española era unos 100 puntos menor que la de Italia; hoy las tornas se han vuelto y los mercados castigan al euro/ peseta con 30 puntos en relación al euro/lira. Sobre esta última comparación añado que la deuda en circulación sobre el PIB es en cada país, respectivamente, del 84% y del 127%.


¿Tienen realmente más riesgo cualitativo y cuantitativo las emisiones públicas españolas que las italianas? Y si es así, ¿por qué? Con relación a una de las cuestiones que más inquietan a la ciudadanía, la corrupción, podríamos fijar un empate, aunque en el caso de nuestros vecinos mediterráneos su justicia parece más rauda y efectiva a la hora de tomar decisiones. Si hablamos de paro, duplicamos su tasa y con respecto a la inflación empeoramos sus registros, 1,80% contra 1,20%. Resumiendo, una ensalada de cifras y relatividades que no marcan justificaciones a los hechos. Volviendo a párrafos anteriores, cuando la prima de riesgo con Alemania superaba los seiscientos puntos, ¿tan mal estábamos? Entonces la rentabilidad del bono español a diez años rozaba el siete por ciento; ahora en el cuatro y medio aproximadamente. Quien comprara papel entonces y lo vendiera ahora se hubiera lucrado con dos dígitos en un muy corto plazo. 


En la facultad se estudiaba teoría, se hablaba del mercado “perfecto”, de “ceteris paribus” y de más entelequias que en la realidad no se dan, es más, no existen. El día a día es duro y en él, el trapicheador saca buen partido. La culpa, como siempre, es nuestra. Recordaba la anécdota del fabricante de pantalones que equivocándose en la longitud de la pernera produjo un importante pedido para un comerciante que, al recibir la mercancía, se quejó del mal estado de las prendas, todas centímetros por debajo de la rodilla sin alcanzar el tobillo, a lo que el proveedor le respondió diciéndole que si tan buen vendedor creía ser bien podía distribuir pantalones “tres cuartos”... Hoy día, para muchos, la moda se viste “pirata”.

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