La banca española pasa con solvencia el test de fortaleza del FMI

Una de las recomendaciones en que insiste cada trimestre el Fondo Monetario Internacional es la necesidad de reducir la excesiva deuda de las empresas españolas, consecuencia directa del recurso desaforado al crédito bancario para financiar el crecimiento. Esta pesada digestión no sólo tendrá consecuencias para las propias compañías (puesto que la mayoría soporta una ratio de deuda por activos superior al 40%), sino también para la banca, que se expone a pérdidas potenciales de 104.000 millones de euros en los dos próximos años. 

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Aunque las entidades financieras tienen cubierta esta amenaza gracias a las provisiones realizadas en los últimos ejercicios, no cabe duda que la gestión de este proceso supone uno de los grandes retos del sector financiero nacional a corto plazo. El incremento constante de la morosidad soportada por la banca (roza el 12%), tendencia que sólo fue alterada temporalmente por el traspaso al Sareb de sus activos tóxicos por parte de las entidades nacionalizadas, llevó hace sólo unos días al gobernador del Banco de España, Luis María Linde, a reclamar al sector que persevere en los recortes de costes para avanzar en la mejora de la eficiencia.

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La evaluación realizada por el FMI sobre los activos de la banca española, junto a las recientes declaraciones del presidente del BCE, Mario Draghi, en las que descartaba que las entidades nacionales vayan a necesitar nuevas inyecciones de capital para superar los decisivos test de estrés que llevará a cabo la institución antes de asumir la supervisión única de los bancos sistémicos de la zona euro, suponen un espaldarazo al sector y también al Gobierno de cara a sus aspiraciones de dar carpetazo en diciembre, como estaba previsto inicialmente, al programa de rescate bancario a España. La opinión del Fondo tendrá un peso decisivo de cara a las conclusiones que presente la troika en breve, y en las que se basará su decisión final. Por si fuera poco, ayer mismo el director del departamento de Asuntos Monetarios del organismo, José Viñals, dejó en manos del Gobierno español la decisión de solicitar una prórroga.

La posición de la banca española de cara a un posible empeoramiento del escenario es sensiblemente mejor que la de las entidades italianas, que según el FMI no podrían afrontar un deterioro similar en su cartera crediticia, o la de las portuguesas, pese a lo cual los riesgos, especialmente los externos, son crecientes.

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