Montoro el optimista sin fundamentos y el Partido Populista que no Popular.

La intervención de Cristóbal Montoro ayer en el Congreso al inicio del debate sobre los Presupuestos para 2014 rezumó optimismo. No obstante, el ministro de Hacienda utilizó hasta en diecinueve ocasiones el término “recuperación” para tratar de despejar cualquier duda sobre la salida de la crisis de España. Un empeño que le valió la crítica unánime por parte de todos los partidos de la oposición, que le acusaron de dibujar un discurso propio del “país de las maravillas” tras citar, por ejemplo, la “situación excedentaria positiva” de muchas familias después de haber reducido agresivamente su deuda bancaria en los últimos años.


La escenificación realizada ayer por Montoro en el Congreso va más allá de la lógica defensa de su estrategia política y la confianza en que gracias a ella se alcanzarán los objetivos ansiados. El Gobierno se ha abonado peligrosamente al discurso de que la recuperación resulta indiscutible, pese a que los riesgos son crecientes y que aún deberán pasar algunos meses para que, según las estimaciones del propio Ejecutivo, sean apreciables el crecimiento de la economía y la de empleo. Por ello, el Gobierno debería ser especialmente cuidadoso para no alimentar y extender una complacencia que sería especialmente dañina en las condiciones actuales, cuando es más necesario que nunca mantener la tensión reformista para garantizar que la recuperación es sostenible y sólida. 

El ministro no debería obviar la advertencia que vertía esta semana el Círculo de Empresarios sobre el carácter desincentivador de los Presupuestos del Estado para 2014 que ayer empezaron a discutirse en el Parlamento. Tampoco el aviso del Instituto de Estudios Económicos, que cree que los Presupuestos son poco ambiciosos en el recorte del gasto público. La pasmosa falta de ambición de las cuentas públicas para el próximo ejercicio, en el que España debe abandonar definitivamente la peor crisis de las últimas décadas, debe ser subsanada durante este proceso.


Eso no se conseguirá, desde luego, con medidas populistas como la promesa de restablecer los días libres que el Gobierno redujo a los funcionarios en julio de 2012, una rectificación menor que sólo busca reconciliarse con los 2,7 millones de empleados públicos a los que se le eliminó la paga extra el año pasado. Lo que la economía necesita es fomentar la productividad y la competitividad de todos los trabajadores, públicos y privados.

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