El oscuro y asfixiante sistema fiscal español.

El Gobierno ha realizado las mayores subidas de impuestos de la democracia, acuciado por la presión de Bruselas para alcanzar los objetivos de déficit marcados. Estas alzas tributarias colocan a España a la cabeza de muchas clasificaciones de países con los tipos impositivos más altos. Además, los incrementos y cambios fiscales se han sucedido a los largo de las meses a un ritmo de vértigo desde que empezó la crisis, tanto con el actual como con el anterior Gobierno, tocando todos los impuestos en sucesivas ocasiones. Este frenesí legislativo ha convertido al sistema fiscal español en un marco complejo, oscuro y, a menudo, incoherente a ojos de empresas y contribuyentes. Esta realidad es aún más patente en el caso del Impuesto sobre Sociedades, en el que el Ejecutivo ha realizado un sinfín de modificaciones que los fiscalistas no dudan en calificar de “parches” para intentar parar la caída de la recaudación de 70.000 millones desde 2008. Estos factores explican que las empresas españolas señalen al sistema fiscal nacional como el peor de toda Europa, según concreta una encuesta que hoy publica el prestigioso diario Expansión.


La incertidumbre fiscal viene motivada, principalmente, por dos factores: las modificaciones frecuentes de la normativa, y la ambigüedad, lagunas y cambios de opinión en la doctrina de las autoridades tributarias, según señala el citado sondeo, que muestra el descontento de las empresas españolas con el sistema tributario de su país. Los empresarios ven otros sistemas en Europa a los que se debería tender.


Mariano Rajoy, que precisamente anunció este fin de semana en la Convención Nacional del PP una batería de rebajas fiscales y un sistema tributario más simple, no puede desaprovechar esta ocasión para enmendar las carencias del actual sistema, fruto de los incentivos que se dieron en época de bonanza y de su recorte apresurado en la crisis. Hacienda debe escuchar a los expertos que le asesoran, que plantean que se mantenga la poda de deducciones en el Impuesto de Sociedades pero siempre que se acompañe de una rebaja del tipo nominal con el fin de acercarlo al tipo efectivo. De este modo, se armonizaría lo que pagan las grandes empresas y las pymes, para clarificar y simplificar el impuesto. Sólo así se caminará hacia la seguridad jurídica y las empresas contarán con un marco coherente, claro y estable. Se trata de elementos necesarios para que fructifiquen los síntomas de mejoría que se detectan en la economía.

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