Los tambores de guerra de Ucrania cogen a la UE con el paso cambiado.

Mes y medio después de que la amenaza independentista en la región ucraniana de Crimea asustase a los mercados –crisis que se cerró en falso–, la posible secesión de otras regiones del Este de Ucrania, alentadas y ayudadas por milicianos rusos, volvió ayer a tensar las cotizaciones de materias primas como el oro, el petróleo, el níquel, el trigo y del euro. La incertidumbre generada por el empuje de Vladimir Putin para ampliar las fronteras y la influencia de Rusia, y el aumento de la tensión interna en Ucrania debido a la movilización de tropas por parte del Gobierno provisional de Kiev para garantizar la integridad territorial de su país, hacen temer a los inversores un desmembramiento incontrolado de una nación estratégica para la distribución del gas y el petróleo a Europa que cause un desabastecimiento masivo que sería letal para la recuperación económica del continente. Tampoco Rusia sería inmune a las desastrosas consecuencias de ese hipotético colapso, lo que aumenta la preocupación en los mercados internacionales.

La parsimonia con que han actuado hasta ahora las autoridades y gobiernos de la UE, a rebufo siempre de EEUU, ha permitido a las milicias prorrusas apoderarse de los edificios gubernamentales en varias regiones casi sin oposición. Ante la indecisión de Europa para acudir en su auxilio, el presidente ucraniano en funciones, Alexander Turchínov, optó por solicitar el amparo de la ONU a las acciones de su Ejército para recuperar el control de las regiones que controlan los rebeldes, entre ellas Donetsk, de vital importancia por sus industrias siderúrgica, minera y marítima. En paralelo, su primer ministro, Arseni Yatseniuk, tratará de convencer a los prorrusos con una reforma constitucional que dé más autogobierno al este del país a cambio de que renuncien a la anexión a Rusia, que trata de evitar el acercamiento del nuevo Gobierno ucraniano a Europa y a la OTAN.

Este conflicto que ha estallado a las puertas de la Unión Europea debe servir para que los socios comunitarios adopten una verdadera estrategia de defensa común que vaya más allá de la improvisación que gobierna la política exterior actual de la UE y que empiece por garantizar la integridad territorial de Ucrania. Sólo así podrán aspirar a ser relevantes en la escena internacional y blindarse ante cualquier posible ataque futuro a sus fronteras, un escenario que temen los países fronterizos con Rusia como las exrepúblicas soviéticas e, incluso, Polonia.