Para septiembre la estrella es la LOMCE.

La educación es uno de los mayores instrumentos que han utilizado los diferentes gobiernos en España –especialmente los socialistas y nacionalistas– para introducir sus respectivas ideologías en las aulas, engrasando así los mecanismos para formar una futura masa de votantes. No parece que la principal motivación de los planes educativos de las últimas décadas haya sido fomentar la excelencia y mejorar el nivel intelectual de los jóvenes, habida cuenta de los nefastos resultados que viene cosechando el sistema español en los estudios realizados por organismos internacionales. Además, una de las enseñanzas de la crisis económica, provocada en buena parte por una cultura del enriquecimiento fácil, es que resulta imprescindible que la enseñanza insista en valores como el esfuerzo, el trabajo bien hecho, el respeto a la autoridad del docente y la responsabilidad individual.


Por este motivo, una de las iniciativas más loables del actual Gobierno es la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), que comenzará a funcionar este curso, aunque sólo parcialmente. Pese a contar con mayoría absoluta parlamentaria, el PP ha descafeinado el proyecto original amedrentado por la furibunda presión de varias comunidades autónomas, tanto las populares como las gobernadas por otros partidos. Algunas de ellas, como Cataluña, han presentado recursos de inconstitucionalidad acusando a José Ignacio Wert de querer la “recentralización” de la educación. En el fondo le están acusando de españolización, sobre todo por medidas como el pago adelantado a las familias que quieran educar a sus hijos en castellano –descontándolo luego de la financiación autonómica–, algo muy razonable si se quiere defender la igualdad de los ciudadanos en todo el país.


Otro aspecto polémico de la norma es la introducción de evaluaciones al final de los diferentes ciclos educativos, algo bienvenido porque elevará el nivel de exigencia y contribuirá a que el alumno y los padres diluciden, a lo largo de su trayecto escolar, si desea continuar con los estudios. De hecho, la LOMCE facilita la opción de que en 3º de ESO el estudiante elija una Formación Profesional, un camino muy atractivo para los que no desean cursar estudios superiores y que podría rebajar las altas cifras de abandono escolar. Aunque el Gobierno podría haber sido aún más ambicioso en la reforma de la educación, se trata de un paso muy notable hacia una mejora de la calidad educativa.

Comentarios

  1. Totalmente en desacuerdo con la idea "algo bienvenido porque elevará el nivel de exigencia". Lo que hay que elevar el el nivel educativo y sobre todo la calidad de la educación. No hay que desechar a los malos estudiantes para que no continuen ciclos superiores consumiendo recursos del estado que no van a aprovechar. Hay que hacer que aprovechar esos recursos y sean estudiantes de primera que generen mucha mas riqueza para el pais que si fueran trabajadores de segunda calidad.
    En mi empresa no quiero segundas calidades ni pérdidas, el objetivo es que toda la materia prima acabe en producto terminado de primera calidad...

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