Todos los ojos miran a Escocia y Rajoy advierte...

Mariano Rajoy envió ayer una seria advertencia al independentismo escocés, y por extensión al catalán: habrá “muy pocas facilidades” para que puedan volver a integrarse en la UE las regiones que se separen de un Estado miembro. Esta aseveración del presidente del Gobierno desmiente de plano al ministro principal de Escocia e impulsor del referendo de independencia que se celebra hoy, Alex Salmond, quien hace unos días afirmó estar negociando con el Ejecutivo español para que no pusiera obstáculos a una rápida reintegración de Escocia en la UE si lograse la independencia de Reino Unido. 


La contundencia de Rajoy, más que necesaria ante la tendencia natural de Salmond a la mentira y a la manipulación de los hechos en beneficio propio, la empleó también el aún presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, que consideró “extremadamente difícil, sino imposible” que un Estado que abandone la Unión pueda reincorporarse al poco tiempo. Y lo mismo pasaría en la OTAN, a la que tampoco podría volver si algún país miembro vetase a una Escocia independiente, algo que, además de España, varios países europeos han anunciado que harán. Por eso, el alegato de Salmond arguyendo que la UE no podría dejar fuera a un país que representaría el 25% de sus energías renovables y el 60% de su petróleo resulta grotesco y desesperado.


Los escoceses deciden hoy su futuro. Y deben ser conscientes de las consecuencias de esa elección, algo que tanto Salmond en Escocia como Artur Mas y sus socios de aventura soberanista en Cataluña intentan ocultar a la ciudadanía. Europa no puede permitirse repetir el error cometido con Kosovo si no quiere terminar desintegrada en breve por la amenaza del nacionalismo centrífugo. La victoria del ‘Sí’ a la independencia de Escocia pondría a prueba las costuras de la Unión Europea.

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