Shirley Temple la embajadora rubia

EL pasado 23 de agosto, Shirley Temple presentó credenciales ante el presidente de Checoslovaquia, Gustav Husak. Una vez terminado el acto, el habitualmente seco y distante político se dirigió a la nueva embajadora. «Mi mujer y yo hemos disfrutado mucho con "Shirleyka"», le dijo, haciendo un curioso juego de palabras. La entrañable reacción del líder comunista fue algo inevitable. Husak es sólo uno más entre los millones de personas que en todo el mundo han reido y llorado con las interpretaciones de la niña. Dos matrimonios, tres hijos y veinte películas. La precoz Shirley, hija del cajero de un banco, comenzó a recibir clases de baile con sólo tres años. Seis meses más tarde ya actuaba en Hollywood. A los siete, era conocida como «la niña favorita de América». Pequeñita, con pinta de muñeca, la Temple se convirtió en una institución, en la hija que todos los norteamericanos deseaban tener. Ningún «niño-estrella» había conseguido hasta entonces tante popularidad. Shirley actuaba, cantaba y bailaba. A los seis años, recibió un Oscar especial «en agradecido reconocimiento a su destacada contribución a la industria del cine durante el año 1934».

La pubertad truncó la vertiginosa carrera de esta niña. La Shirley adolescente carecía del encanto que había tenido en su infancia. Su primer matrimonio, que terminó en divorcio, duró sólo cuatro años. En 1950 se casó con un hombre de negocios, Charles Bláck, al que sigue unida en la actualidad. De los dos matrimonios tiene tres hijos. La carrera diplomática de la señora Black empezó en 1969, cuando el presidente Richard Nixon la nombró delegada adjunta de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas. En 1974, consiguió la embajada de Ghana, y en 1977 fue la primera mujer en desempeñar el cargo de jefe de protocolo de la Casa Blanca. Con la llegada al poder del demócrata Jimmy Carter, parecía que su carrera política se iba a estancar, como ya había ocurrido antes con su trayectoria artística. «Recuerdo que en la primera noche de Jimmy Carter como presidente, le dije que yo quería seguir prestando un servicio al país, y que la política no me importaba. Pero importa, ¿verdad?». Pasaron diez años en los que estuvo apartada de la política. En 1987, de nuevo con los republicanos, fue nombrada por primera vez en la historia del Departamento de Estado, funcionario honorario del ministerio de Exteriores. Hay quien le espeta que su último cargo es un «regalo político» por su largo y leal servicio a la causa republicana.


Sin embargo, Shirley puede decir que tiene algo de experiencia en este país. El 21 de agosto de 1968, cuando los tanques soviéticos entraron en Praga para acabar con la insurrección popular, ella se encontraba en la ciudad. Había acudido allí para asistir a un encuentro de la Federación Internacional de Sociedades de Esclerosis Múltiple. «Esa noche, ví a una señora checa de mediana edad que insultaba a los soldados. Fue alcanzada en el estómago por una bala. Cayó al suelo. Fue una visión terrible». Su primer aprendizaje en el país: «nada es capaz de acabar tan fácilmente con la libertad cómo un tanque». Su objetivo en Checoslovaquia: «mejorar las relaciones entre este país y los EEUU, así como acabar con las restricciones a los derechos humanos y a la libertad de expresión y de asamblea». Ya no queda rastro de sus rizos. Por su aspecto, podría ser cualquier madre, cualquier abuela de cualquier lugar del mundo. Son sus ojos los que siguen conservando la viveza de los días de gloria. El propio presidente Bush la llamó por teléfono a su casa de Seattle para comunicarle la noticia. «Dije sí tan fuerte y tan rápidamente que Charlie me preguntó a qué había contestado que sí de esa manera». Fue el 28 de febrero. «Significaba tanto para mí». Sin llegar a ser una «dama de hierro», su «look» maternal puede llevar a engaños. Los jardines de la embajada de EEUU en Praga colindan con los de la República Federal de Alemania, donde miles de refugiados germanoorientales han buscado asilo en los últimos dos meses. A mediados de octubre, una auténtica avalancha humana se hizo con la sede diplomática de la RFA. Entre los refugiados había numerosas mujeres y niños pequeños. Ni en el edificio ni en los jardines cabía un, solo alfiler.

Dada la proximidad, algunos saltaron la verja e intentaron instalarse en la embajada norteamericana. EEUU no permitió que estas personas se quedaran. Nadie pudo ocultar su sorpresa. La embajadora se mantuvo inflexible. «Shirley Temple abre la puerta a Shirley Temple Black» gritó orgullosa el primer día que concedió una entrevista en la embajada. Sentimientos contradictorios en una curiosa mujer con una gran vocación de servicio público. «Conseguí este trabajo porque no paraba de repetir a todo el mundo que siempre estaba dispuesta para realizar tareas públicas». El sistema comunista se está desmoronando en Europa del Este. Checoslovaquia es uno de los pocos países del bloque que aún mantienen un ortodoxo régimen comunista sin visos de desaparecer. La dulce niña prodigio tiene ante sí un duro trabajo.

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