Retazos de historia. Belchite II, la narración de los hechos.
Estrenamos el 2.011 con una nueva entrega de la zaga "Retazos de historia", una colección que recogerá hechos históricos puntuales que forjaron el carácter de nuestro país (tenéis, en la parte derecha del blog, los enlaces de la colección completa). Hoy finalizamos el recorrido que le hemos dado a Belchite, un capítulo enclavado en el conjunto de nuestra guerra (in)civil pero que por connotaciones posteriores y la brutalidad que se vivió en aquel pueblo en concreto lo convierten en uno de los mejores exponentes de lo que fueron aquellos años de sinrazón y locura que masacraron nuestra patria. Belchite, por si no lo sabíais, fue morada ocasional de nuestro genial pintor Goya (Belchite está muy cerca de su pueblo natal Fuendetodos)... y parece que éste vaticinaba lo que acontecería en Belchite (Goya murió en 1.828, ciento ocho años antes de que comenzase la guerra civil), años después de su muerte, viendo este grabado que "parió" durante su estancia en el maldito pueblo:
Grabado de la serie "Los Desastres de la Guerra". El autor escribe: "Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer".
El estremecedor relato de hoy hemos de agradecérselo a Ander Izagirre y a supervivientes de aquella masacre que se han convertido en historia viva de nuestra tierra. El completo conocimiento de estos hechos debe de servirnos para que nunca más se repita semejante atrocidad en nuestra historia.
BELCHITE, HERIDA ABIERTA. Ander Izagirre
Una de las peores masacres de la Guerra Civil arrasó Belchite y dejó cinco mil muertos. En un paseo por sus ruinas aún se encuentran obuses incrustados y memorias vivas.
Por el sur de Zaragoza se extiende una llanura de yeso y sal. Al fondo, sobre una loma, se alza una torre de ladrillo en ruinas: la de la vieja iglesia de San Martín, roída, agujereada, traspasada por los rayos de sol. Un faro del desastre. A sus pies, una ladera de casas medio derruidas, un campo de escombros, un reventón de cascotes. Es Belchite, herida que aún sangra piedra.
El viejo Belchite era un pueblo que brotaba de la misma tierra, porque con la misma tierra se levantó. Con el barro cocido hacían los ladrillos y construían los muros que después encalaban o adornaban con azulejos. Con esa sobriedad esteparia creció un pueblo hermoso, de callejas reviradas, palacios renacentistas, templos que dibujaban una airosa silueta de torres mudéjares. Belchite era tierra hecha arte. Hasta que la bombardearon, la acribillaron, la reventaron, la derrumbaron, la trituraron y la rindieron a esa tierra de la que había nacido.
Entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937, el horror se abatió sobre Belchite. Cinco mil muertos en catorce días. Bajo el barro seco aún yacen cientos de cadáveres.
En la Guerra Civil Belchite no era más que un objetivo secundario. Sin embargo, los dos bandos lucharon con un empeño desproporcionado, cuestión de orgullo y propaganda, hasta desatar una carnicería. Los republicanos habían fracasado en su intento de conquistar Zaragoza. Entonces se fijaron en Belchite, una plaza sitiada en la que resistían dos mil soldados nacionales y otros dos mil vecinos que colaboraban, por convicción o por obligación, en la defensa del pueblo. Ante la necesidad de apuntarse alguna victoria, los republicanos empezaron a bombardear Belchite el 24 de agosto. A la vez, los mandos nacionales ordenaron por radio a los sitiados que no se retiraran ni se rindieran. Debían luchar hasta la última bala porque su resistencia ayudaba en la defensa de Zaragoza (en realidad no era tan necesario, dado que ya habían frenado el avance republicano).
A los bombardeos, los tiroteos y los fusilamientos de sospechosos en el interior del pueblo, se les añadió otro drama: el calor. La estepa aragonesa hervía bajo el sol de agosto. Los vecinos, que llegaron a pasar dos semanas de bombardeos escondidos en bodegas medio derruidas, morían de sed. Los cronistas narraron rebeliones en las trincheras, cuando los soldados se escapaban a buscar agua en plena batalla, o casos de hombres al borde del desmayo que bebían su propia orina o abrían las venas de los mulos para sorber la sangre. A los atacantes republicanos un camión cisterna les traía agua desde un arroyo, un líquido marrón que apañaban mezclándolo con vino. Los mandos repartían ese brebaje a punta de pistola, para impedir motines entre los soldados ansiosos. También bebían vino los sitiados en Belchite, porque apenas quedaba agua y la poca que había se empleaba para refrescar las ametralladoras y lavar a los heridos. La mezcla de vino y calor enloquecía a los soldados, cuando no los fulminaba.
Entre el 2 y el 3 de septiembre, los republicanos lograron colarse en el pueblo. Así comenzó la peor carnicería. Los edificios, dañados por los bombardeos, se derrumbaban sepultando a cientos de civiles en los sótanos. Los tanques no podían circular entre aquellas montañas de escombros, y les tocó a los soldados entrar a pie para conquistar a golpe de granada y fusil cada esquina, cada casa, cada calle. Se ametrallaba desde los balcones, se luchaba de una habitación a otra en una misma casa, se abrían boquetes en los tabiques para lanzar bombas al enemigo, unos y otros se perseguían por los sótanos, caían cada vez más edificios y se propagaron incendios voraces. En medio de aquel infierno, los combatientes aislados se daban de bruces con otros combatientes y a menudo estallaban tiroteos y bombazos, antes de que pudieran distinguir de qué bando era cada cual. Así murieron cientos de soldados, a manos de propios y extraños. Y así murieron cientos de civiles, acribillados y reventados, confundidos entre las polvaredas o sorprendidos en una habitación por asaltantes desquiciados.
Se calcula que al final del 3 de septiembre más de cuatrocientos cadáveres yacían desperdigados por las calles de Belchite, sin que nadie se atreviera a salir para enterrarlos. Y en algunos almacenes se apilaban otros muchos cientos. Herbert Matthews, corresponsal del diario The New York Times, contó que en algunas esquinas los combatientes habían levantado parapetos con ocho cuerpos amontonados. El hedor de la carne quemada y de la putrefacción, acelerada por el bochorno, se extendió por el pueblo. Dicen que esa noche Belchite quedó en silencio durante unas horas. Y que entonces se elevó un rumor desde los sótanos, el de los rosarios rezados por las mujeres y los niños supervivientes.
Última visita
La lucha en las calles se prolongó hasta el 5 de septiembre. Ese día, los últimos nacionales que resistían dentro del Ayuntamiento recibieron la autorización para intentar la huida de madrugada. Sólo trescientos rompieron el cerco republicano. Y de esos trescientos, sólo ochenta llegaron a Zaragoza. A los demás los mataron mientras huían por la estepa.
«Cómo nos matábamos los españoles, Dios mío, con qué saña nos matábamos. A mí me tocó pegar tiros con 16 años, eso no puede ser». Habla Pepe, 86 años, mientras camina muy despacio hacia las ruinas de la iglesia de San Agustín. «Hay que enseñar la historia, decir todo lo que pasó: los unos fusilaron aquí a mil y los otros aquí a mil doscientos. Pero no para decir que unos estaban bien fusilados y otros no. No tenían que haber fusilado a nadie y punto. Todo eso hay que contarlo, para que los jóvenes sepan que la guerra es el mayor desastre. El general Villalba estaba en el ejército republicano y sus dos hijos en el bando nacional. Eso es la guerra: dos hijos luchando contra su padre».
En el rostro de Pepe se dibuja un mapa de arrugas. Es el único español vivo que luchó durante toda la Batalla del Ebro, del 25 de julio al 15 de noviembre de 1938; casi todos sus compañeros de unidad murieron en el frente, los demás, de viejos. Él no luchó en Belchite, pero ha venido desde Ávila con su mujer y su hijo para conocer el lugar en el que una bomba mató a su mejor amigo. Pepe tiene huesos de 86 años pero, cuando desata recuerdos, le brillan los ojos de un chaval de 17 atrapado en una guerra. «Mi amigo se llamaba Cayetano Sotillos y era portero del Deportivo Abulense. Estaba en esta iglesia, refugiado con un grupo de nacionales, y una bomba lo mató. Tenía mi edad, 17 años».
Pepe calla un minuto. Mantiene la mirada fija en la iglesia pero no entra en ella. Luego se gira y sigue paseando, arrastrando los pies, por los escombros de Belchite. Su hijo se adelanta para visitar las otras iglesias, los ruinas de los monumentos, pero él prefiere descansar, de pie, a la sombra de unas higueras. Pepe, su mujer y su hijo han venido desde Ávila hasta Zaragoza, donde se hospedan. Hoy se han acercado a Belchite, el destino del viaje. Entre una cosa y otra, varios días, muchas horas en el camino. Pero la visita de Pepe sólo necesitaba un minuto. Ahora prefiere quedarse bajo la higuera.
Esta cocina pertenece a la casa museo de Goya en Fuendetodos, fue saqueada y destruida durante la guerra civil y posteriormente reconstruida con total fidelidad. Os la cuelgo para que veáis como era y se vivía en Belchite poco antes del macabro episodio que la destruyó.
Sonríe con tristeza, le asaltan los recuerdos. «Había un compañero, Peña, que venía corriendo hacia mí. Y de pronto una ráfaga de ametralladora le reventó la cabeza». Guarda silencio otra vez, la mirada perdida, los ojos acuosos. Luego se gira para hablarnos, con la voz entrecortada. A menudo somos tan resabiados que sonreímos ante las moralejas. Pero ésta, en boca de Pepe, pone la carne de gallina: «Tenéis que respetar siempre a los demás».
Vamos a contar mentiras, tralará.
ResponderEliminarNo hubo más de 1.000 muertos entre ambos bandos y población civil. Belchitanos/as murieron unos 20 y después de la toma fusilaron a unos 60. Lo demás es incorrecto.
ResponderEliminarClaro, y el pueblo quedó completamente destruido por los efectos de un tornado que pasó por allí ese verano, y los obuses y restos de metralla que hay en todas las paredes las puso Franco para asustar a niños y viejas... y el superviviente de 86 años que relata parte del macabro texto está a sueldo de la comisión de memoria histórica.
ResponderEliminaranónimos 1 y 2, es muy fácil reírse de los muertos cuando están eso: muertos.
Dónde se exageraron los muertos y solo hubieron 100 ó 120 fue en Gernika... en Belchite murieron 5.000 personas o más.
ResponderEliminarNo era mi intención reirme de nadie, todo lo contrario. Hay que ser serios y tras investigar, hablar.
ResponderEliminarSobre Belchite se ha mitificado mucho y se han exagerado las cifras por ambos bandos.
De entre los defensores puede hablarse de unas 900 bajas. Entre los atacantes unas 1.200 bajas. Lo que da un total de 2.100 bajas.
Hay que tener en cuenta que una cosa son bajas (heridos, muertos, enfermos) y otra solo muertos. En la guerra civil española la proporción aproximada es de un muerto por cada siete bajas.
De verdad que siento discrepar contigo, las bajas de Belchite, desgraciadamente, son las que son...
ResponderEliminarEstoy seguro de que ambos bandos exageraron cifras según sus intereses, estoy convencido de que la memoria histórica de ambos bandos han distorsionado mucho lo que fue aquello pero hay casos concretos, como Belchite, que por su transcendencia no admiten dudas.
Las bajas fueron 5.000 entre militares y civiles en apenas dos meses, puedes consultar los registros civiles de la zona.
El caso es que yo ya los he consultado.
ResponderEliminarAdemás también tengo copia de los informes de bajas de atacantes y defensores.
Siento decir que creo que estás equivocado.
Yo soy de Belchite.
No hay duda, yo tenía la razón al decir: No hubo más de 1.000 muertos entre ambos bandos y población civil. Belchitanos/as murieron unos 20 y después de la toma fusilaron a unos 60. Lo demás es incorrecto.
ResponderEliminarBelchitano
Oiga, ya está bien de reírse de los muertos... deje de contar memeces impulsado por la PSOE y vaya a ver TODOS los enlaces sobre la batalla de Belchite, lea incluso a los supervivientes de aquello.
ResponderEliminar¿Qué le jode que fuesen los republicanos los que iniciaron la masacre?, pues ya sabe lo que tiene que hacer.
Revisa la fecha de la muerte de Goya.
ResponderEliminarEs un error importante.
Pues igual de erróneo como tienes la fecha de la muerte de Goya es lo referente a las cifras de muertos, y alguna cosa más.
ResponderEliminarHay que ser serios y cuando uno se pone a escribir haybque documentarse. Ya, ya, ahora para querrer tener razón me dirás que si el PSOE que si el PP, que ya está bien de reirse de los muertos... etc. Yo soy un investigador que llevo más de veinte años trabajando sobre lo que allí ocurrió y me molesta que cualquiera quiera ponerse una medalla a costa de Belchite y sus muertos (entre ellos algún familiar mío).
Editada está la fecha... por cierto anónimo belchitano, mi correo es asesorhurtado@hotmail.es.
ResponderEliminarSi no te importa y tienes tiempo para ello; me gustaría que escribieses algún post histórico en el blog si te apetece. Este blog es más vuestro que mío... ya va siendo hora de que aportéis hilos también ustedes.
Soy Ander Izagirre, el autor del texto. Estaré encantado de incluir cualquier corrección en los datos, no tengo ningún interés en inflar ni en desinflar las cifras del desastre.
ResponderEliminarTambién hubiera agradecido un aviso de que mi texto se publicaba aquí entero y, por cortesía, un enlace a la página de donde procede.
Gracias y un saludo.
Hola, Ander, pásame un correo tuyo con el texto de tu artículo y gustoso te hare las correcciones de los datos erróneos. Mi correo está en la web "El rincón del lecerano"
ResponderEliminarAnónimo lecerano, aquí nadie adultera un artículo de su autor, se respeta hasta la más insignificante coma... no sé si es costumbre que se siga en su blog, en éste es sagrado reconocer y agradecer la aportación, el esfuerzo y el trabajo de cualquier persona.
ResponderEliminarPor otra parte, respondiendo al señor Ander Izagirre, he subido su nombre al post, he proclamado su paternidad respecto al artículo y si no he publicado que dicho texto lo recogí de diariovasco.com es porque no consideré el hacerme eco de ello por intrascendencia en el contenido. Se me solicita amablemente en un comentario y no tengo problema alguno en adjuntar enlaces si así me lo piden.
Ander Izagirre recibe el premio de numerosas lecturas y búsquedas en los buscadores de su nombre y obra por la autoría de tan buen artículo... como tantos otros que salen publicados en el blog y, lejos de quejarse, han felicitado su publicación