A propósito del ajuste salarial.
El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, destacó ayer una de las claves esenciales de la recuperación española: que el ajuste de precios y salarios debe continuar para recuperar la competitividad perdida en Europa durante las últimas décadas y consolidar el tímido crecimiento económico que comenzó después del verano de 2013. El presidente de la patronal, Juan Rosell, tiene razón al reclamar a las empresas que, de cara al acuerdo de negociación colectiva que empieza a fraguarse, congelen o rebajen los sueldos para evitar que siga creciendo el drama de los despidos. La misma ministra de Empleo, Fátima Báñez, al igual que su colega Luis de Guindos un día antes, apeló ayer a la responsabilidad de Coca-Cola para que eviten los despidos modificando las condiciones retributivas de los trabajadores.
Aunque es cierto que, como afirmó a comienzos de semana la ministra Báñez en una entrevista, sería una estrategia “abocada al fracaso” que todo el ajuste se centrara en los salarios y en los precios ya que España no es un país en vías de desarrollo y podría dañarse gravemente la demanda interna, para empezar a reducir significativamente una tasa de paro del 26% es imprescindible que continúe en el futuro la devaluación interna de la economía española, algo esencial en una unión monetaria en la que no podemos recurrir a variaciones de los tipos de interés para corregir los desequilibrios. La Ley de Desindexación y la moderación de los precios regulados también es una estrategia acertada para mantener una inflación moderada.
La situación actual de España no tiene que confundirse con una deflación al estilo de Japón: Si España logra mantener los precios moderados y empieza a crecer en torno al 1% en 2014 después de la reforma de la negociación colectiva, será posible que empiecen a observarse los primeros frutos de la política económica del Gobierno en la economía real. El gobernador también tiene razón al alertar de que hay que continuar con las reformas y con el ajuste del déficit.
Dos de los mayores riesgos a los que se enfrenta España en el corto plazo es que se paralicen las reformas en medio de la vorágine electoral que se avecina, y que se aparque el ajuste del déficit. Un país con un agujero presupuestario cercano aún al 7% y con una deuda del 100% es muy vulnerable a los envites de los mercados, y cualquier agravamiento de la crisis en el seno de la UE, en los países emergentes o en Estados Unidos puede aguar una recuperación que el propio Guindos considera “frágil”.
Comentarios
Publicar un comentario