El PSOE de Rubalcaba, ni unido, ni renovado.
En 1992, la alegría que se vivió durante la Expo de Sevilla concluyó de forma abrupta justamente un minuto después de que finalizasen los fastos organizados para su clausura, dejando un sentimiento de vacío que era el preámbulo de una larga y profunda crisis económica. Veinte años después y en el mismo escenario (la Isla de la Cartuja) ha sucedido algo muy similar, aunque en esta ocasión los afectados son los militantes y cargos del PSOE. Tras la elección de Alfredo Pérez Rubalcaba como secretario general, se ha repetido la misma pregunta que muchos se hicieron entonces:“¿Y ahora qué?”.
Tres palabras para las que no hay una respuesta clara. En aquel momento, España inició una larga travesía por un desierto tanto económico como político –que concluiría con la derrota electoral de Felipe González en 1996– y ahora todo apunta a que las huestes socialistas se enfrentan a una situación parecida.
Rubalcaba ostenta, desde el pasado sábado, el máximo poder en el partido socialista.
González, flanqueado por Almunia y Bono, en el momento que desplanta a Zapatero antes de que éste acabe su discurso de despedida. Sentó mal el gesto del histórico al ex-presidente leonés.
Más sorprendente si cabe es su afirmación de que el PSOE sale más fortalecido y unido de este proceso. A la drástica pérdida de poder derivada de las recientes elecciones generales, municipales y autonómicas, se une ahora una profunda fractura que quedó plasmada en las votaciones, con un partido dividido a partes iguales entre dos candidatos y dos formas de afrontar el futuro.
Aunque tanto Rubalcaba como Carme Chacón se han esforzado en destacar que ahora hay que recuperar la unidad, lo cierto es que la conformación de la nueva Ejecutiva socialista puede calificarse de cualquier cosa menos de integradora. Ni siquiera la designación de José Antonio Griñán como presidente del PSOE en sustitución de Chaves –su antiguo amigo y mentor– ha servido para tender puentes. Prueba de ello es que el líder andaluz achacó su nombramiento a que, según los estatutos, su antecesor no podía repetir, algo que se apresuraron a desmentir varios dirigentes pro-Rubalcaba.
Rubalcaba y Griñán, el ruido de los cuchillos afilados no ha hecho más que comenzar. Tras las autonómicas andaluzas se prevé el desenlace.
Al margen de esta concesión, el nuevo líder socialista apenas ha hecho alguna más (principalmente, dos dirigentes del PSC y uno de la federación madrileña), dado que ha preferido rodearse de sus colaboradores más fieles, destacando Elena Valenciano–vicesecretaria general y número dos–, Oscar López –el líder del PSOE Castilla y León se ha convertido en secretario de Organización– y Patxi López, para quien ha creado la Secretaría de Relaciones Políticas y que parece llamado a ser el delfín de Rubalcaba.
Carme Chacón, la gran perdedora en el 38º Congreso socialista... Una imagen, la de la derrota, vale más que mil palabras.
Otro gran derrotado es el PSC, el baluarte en el que se ha apoyado Chacón. Pese a ello, la formación restó ayer importancia al resultado y prefirió destacar que los socialistas catalanes mantienen su cuota de poder en la nueva ejecutiva. Sin embargo, en medios del partido se acogieron con tibieza los “escasos” gestos de integración de Rubalcaba que evidencia su equipo.
Uno desenfocado, otro que continúa la carrera y otra que recoge los bártulos eliminada. El PSOE recogido en una instantánea del 38º congreso socialista.
En todo caso, la magnitud de las heridas que haya podido sufrir cada uno no se verá hasta el 26 de marzo, momento en el que se ajustarán muchas cuentas pendientes, especialmente si los socialistas pierden Andalucía, su última esperanza para evitar que España se tiña casi por completo con el azul del PP.
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