Sin proyecto. Miguel Ángel Belloso.
Hay fotos de Zapatero muy joven en Rodiezmo, el pueblo minero al que los socialistas peregrinan todos los años para proclamar su unidad de acción con los sindicatos y cantar juntos la Internacional. Es de suponer que en ese ambiente cálido y emotivo ha fraguado buena parte del proyecto de quien hoy dirige los destinos del país. Es algo distinto del de sus mayores. A diferencia de González, Zapatero siempre ha considerado que la Transición fue una suerte de capitulación de la izquierda. Esto explica la Ley de la Memoria Histórica y el resto de las iniciativas socialmente divisoras en cuestiones morales y religiosas como las que han legalizado el matrimonio homosexual o han liberalizado la práctica del aborto perturbando la convivencia.
En el terreno económico, Rodiezmo ha sido el escenario en el que Zapatero ha dado rienda suelta a sus más notables disparates. Por ejemplo, la subida reiterada del salario mínimo, que ha expulsado del mercado de trabajo a mucha gente que estaría dispuesta emplearse por menos dinero, provocando paro. O el aumento reiterado de las jubilaciones, que ha cargado intolerablemente el presupuesto público haciendo insostenible el sistema de pensiones. Cuando Zapatero llegó a La Moncloa heredó una economía boyante. El PIB crecía a buen ritmo, las cuentas públicas estaban bajo control, la inflación apenas molestaba y la tasa de paro era la más baja de la historia. Esta situación excepcional le indujo a creer que podría inaugurar una nueva era en la que la expansión del Estado podría ser compatible con el mantenimiento de los equilibrios básicos.
El proyecto económico de Zapatero se ha basado en la prodigalidad de la Hacienda pública, la expansión de los derechos ciudadanos ¿sin atención alguna al coste¿ y una sólida alianza con los sindicatos para conservar la paz social a cualquier precio. Aunque cuando Aznar dejó el poder la economía ya emitía señales de fatiga y el sector de la construcción conocía una expansión inquietante, Zapatero desaprovechó la primera legislatura, que estuvo completamente huérfana de reformas. En una decisión suicida, el ministro Solbes se cargó la norma sobre el estricto control del déficit público que había instaurado el PP. La intensificación posterior del proceso autonómico ha deparado una hemorragia imparable de gasto. El número de funcionarios ha crecido exponencialmente y ya llega el 20% de la población ocupada.
Zapatero llegó al Gobierno con la promesa de limpiar el estigma de que la izquierda era incapaz de gestionar eficazmente la economía. También afirmó que acabaría con el supuesto intervencionismo del PP, pero lo cierto es que participó en oscuras operaciones para desbancar de su puesto al presidente de BBVA, Francisco González, y que propició que Endesa, que era la principal eléctrica del país, cayera en manos de una empresa pública italiana. Tampoco ha habido reformas dignas de mención desde 2008. El sector de la energía está sumido en un profundo caos, penalizando el funcionamiento del aparato productivo. Se ha impedido el desarrollo de la distribución comercial con unas leyes que violan la directiva comunitaria. El mercado laboral sigue atrapado por un marco normativo heredero del franquismo. La negociación colectiva, dominada con mano de hierro por los sindicatos, atenta contra la libertad de empresa y ahoga el potencial de creación de empleo.
El fatuo propósito de construir una España socialista y el empeño por agigantar un Estado del Bienestar insostenible financieramente y destructor de toda la cadena de incentivos personales en pos del progreso han conducido al país a una situación crítica. No sólo no hemos superado a Italia en renta per cápita, ni jamás hemos estado cerca de Francia, sino que España ha arruinado por completo su reputación internacional y se ha convertido en el principal problema de la UE, en la amenaza más seria para la viabilidad del euro. Nuestro déficit supera el 11%, la deuda se ha disparado y el paro se acerca peligrosamente a los cinco millones. Los empresarios han perdido toda confianza en el futuro y han dejado de invertir. Estos días, presionado al límite por sus socios, Zapatero se ha visto obligado a cancelar su proyecto. La supuesta alternativa a la política liberal ensayada durante todos estos años ha fracasado por completo. Todos los planes y promesas han ido a parar al cubo de la basura. Y bien, ¿cuál es la posición y la legitimidad de un señor que se ha equivocado en todo y que ha perdido por completo su discurso? ¿Dónde ha quedado Rodiezmo?
bastardo fascista
ResponderEliminarAnónimo, yo de ti me haría mirar el significado de la palabra fascista... es posible que te halles reflejado en él.
ResponderEliminarMiguel Ángel Belloso, a parte de director del prestigioso diario "Actualidad Económica", es un economista de los más reputados del país...
Uno de los parámetros que sigo a la hora de postear un artículo de prensa es la credibilidad y veracidad de los datos y argumentos aportados, ya me dirás tú qué mentira ha contado o se ha inventado el sr. Belloso en este artículo.
Señor Belloso, en lo único que discrepo con ustéd es en el párrafo siguiente:
ResponderEliminar"la subida reiterada del salario mínimo, que ha expulsado del mercado de trabajo a mucha gente que estaría dispuesta emplearse por menos dinero, provocando paro"...
No entiendo tal disparate. Si me hace el favor de argumentarlo se lo agradecería.
Ciudadano
Pues bien sencillo que es anónimo 3... el empresario debe de cumplir escrupulosamente con el convenio colectivo de su ramo para contratar y por tener que pagar 1500 euros a un administrativo en vez de 900 prefiere no contratar o recurrir a subcontratar dicha contabilidad. ¿Cuantos habrían dispuestos a cobrar por debajo de lo estipulado por el convenio colectivo tal como está la cosa?
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