Rebajarse al moro. Francisco Robles.
La experiencia no sirve para resolver las dudas de la existencia sino para abrir puertas como preguntas, dudas como ventanas de doble hoja: hoy nos hemos levantado metafísicos, ¡qué le vamos a hacer! A medida que van cayendo los años como tacos de almanaque, el arriba firmante entiende menos las relaciones de España con su vecino del sur. El último conflicto, aún sin resolver, en la frontera de Melilla nos confirma esa desazón que sentimos cuando nos detenemos a pensar en la actitud que adopta el pensamiento progre, valga la paradoja, cuando se trata de analizar las complicadas relaciones entre dos países que deberían estar condenados a entenderse.
¿Por qué admite la progresía gobernante estas salidas de pata de banco de Mohamed VI? ¿Dónde están las feministas de guardia para responder a los ataques machistas que el régimen alauita dispensa a nuestras policías nacionales destacadas en tan espinoso paso fronterizo? ¿De dónde le viene al hijo de Hassan II la bula laica que le permite desafiar a España sin que reciba la respuesta que se merece su inadmisible actitud? ¿Por qué extremamos el tacto con quien se salta a la torera los acuerdos internacionales que se rompen ante los modos y maneras de ese sultanato que no es de las mil y una noches, sino trasnochado?
Los andaluces deberíamos hacernos algunas preguntas más. Por ejemplo: ¿por qué Chaves se puso sutilmente del lado de Marruecos en el conflicto de Perejil y Griñán no ha abierto la boquita en este asunto de la frontera melillense? ¿No sería lógico que la autonomía que colabora intensamente con el vecino marroquí se plantara ante estas bravuconadas? ¿O es que vamos a seguir dedicando el dinero de nuestros impuestos a escuelas y acometidas de agua potable en suelo marroquí mientras Mohamed vive como un potentado y bloquea nuestra frontera? Los romanos ya acuñaron del «do ut des» como método de intercambio en el que todos ganan. Aquí lo traducimos de otra manera cuando el adagio se aplica al caso magrebí: te doy para que me des… por donde no hace falta señalar.
Y como las preguntas van cayendo por su propio peso, la que se hacen los que están bien informados sobre el tema: ¿qué intereses tienen en Marruecos los gobernantes andaluces que callan cuando España se siente atacada y que salen en defensa de Mohamed cada vez que lo necesita? A ver si las llamadas al buen rollito van a estar cimentadas en aquella frase que el Peña cinceló en el carnaval de 1991 y que más de un preboste de nuestro Régimen, que no es alauita sin griñanita, suelta en las reuniones donde se discute el pacto del reparto. Este rebajarse al moro puede estar motivado por esa forma de entender la vida, por el «do ut des» reconvertido en el lema de la picaresca que pasa el Estrecho de Gibraltar en la patera del mamoneo: «Señores, vamos a llevarnos bien… lo que haya que llevarse».
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