Al pueblo le preocupa la clase política. Luís María Ansón.



Varios artículos y declaraciones han recordado, en esta semana del estiaje perezoso, la preocupación del pueblo español por los excesos de los partidos políticos, por la mediocridad de nuestra clase política. He dedicado numerosos artículos a este asunto y reproduzco a continuación el publicado en el diario El Mundo hace seis meses.
“Las grandes inteligencias españolas están en la Universidad, en la empresa, en el periodismo, en la investigación científica, en los bufetes de abogados, en los hospitales, en las profesiones liberales… No en la política. Las gentes que valen se quedan en su propio medio. La cosa pública les importa una higa, aunque a veces digan lo contrario. A la política, salvo excepciones, se dedican las segundas y terceras filas de la vida española. Aquí no ocurre como en Inglaterra o Estados Unidos, que las familias se esfuerzan por encaminar hacia la cosa pública a individuos capaces.
Me decía hace poco un gran periodista español: “A la mitad al menos de los ministros y las ministras de Zapatero no les tendría yo ni como auxiliares de Redacción”. Como mi compañero es hombre de ánimo piadoso no me dijo si el presidente circunflejo correría la misma suerte.
La mediocridad personal de los políticos españoles es insondable. Da vergüenza hablar con muchos de ellos. Resulta penoso cómo se expresan, de risa las cosas que dicen. Nos gobiernan gentes sin categoría personal. Padecemos, salvo excepciones, las segundas y terceras divisiones del mundo profesional. Aunque la mayoría de nuestros políticos actúan de forma honrada, no son pocos los que aprovechan sus cargos para forrarse. Es la corrupción de la mediocridad. Los políticos sin oficio ni beneficio, que no tienen dónde caerse vivos cuando termine la mamandurria pública, ceden a la tentación corrupta, no todos, claro, ni siquiera los más. Pero alarma lo que está ocurriendo sobre todo en los Ayuntamientos y las Comunidades Autónomas. Es un saqueo incesante de los caudales públicos en beneficio de los bolsillos particulares.
El ciudadano español está al cabo de la calle de lo que está pasando y que no es nada nuevo. Nihil novum sub sole. Durante la República se cantaba este estribillo: “Democracia cristiana, bonito mote, nuevo grupo que intenta chupar del bote”.
La mediocre clase política española es en general honrada pero, sí, cada vez son más los que se dedican a chupar del bote, los que se cuelgan de la teta del Estado, los que se embadurnan de mordidas y comisiones, los que trapichean hasta la náusea, los que contagian el tifus de la corrupción a los que les rodean, porque, como decía Miguel Ángel Aguilar, el fruto sano se zocatea enseguida si no se le separa a tiempo del que está cedizo.
Y claro, el ciudadano medio que no se chupa el dedo considera ya como uno de los grandes problemas que tiene España el de su clase política, el de los partidos políticos. Tan sólo después del paro y la crisis económica, y por delante de la inmigración, el terrorismo, la inseguridad ciudadana, la vivienda, la sanidad y la educación figura ya, según las encuestas solventes, como motivo de máxima preocupación ciudadana, la actividad de nuestros políticos que siguen enchufando a sus amiguetes y parientes en unas Administraciones elefantiásicas, mientras derrochan el dinero de todos en mítines circenses y en dispendios desmesurados. Los partidos que deberían resolver los problemas de todos se han convertido, en lugar de en una solución, en uno de los principales problemas que preocupan y zarandean a los ciudadanos españoles, ¡Qué vergüenza! O sea, que diría el columnista célebre”.

Comentarios

  1. Los partidos que deberían resolver los problemas de todos se han convertido, en lugar de en una solución, en uno de los principales problemas que preocupan y zarandean a los ciudadanos españoles, ¡Qué vergüenza!

    habría que cortar de raiz es un tema que mira yo paso de hablar de ideología mientras los que están ahí estén robándonos contínuamente...

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