De jardineros a leñadores. Lluís Basset.
Toda nueva era necesita un nombre. Para Obama lo que debe definirla es la responsabilidad. Merkel quiere que sea de estabilidad. Si atendemos a los primeros gestos de Cameron y Clegg, será de austeridad. La síntesis de todos ellos la he encontrado en una expresión recogida por David Ignatius en The Washington Post: “responsabilidad fiscal”. Todas estas denominaciones no denotan tan sólo lo bien que quisiéramos funcionar en el futuro, sino sobre todo, lo mal que hemos funcionado hasta el presente: con irresponsabilidad, sin atender a la estabilidad económica y monetaria, en medio de la opulencia y de la exhuberancia irracional, palabras de Greenspan, que es exactamente lo contrario de la austeridad.
“Restaurar la responsabilidad fiscal” es la primera y más elemental recomendación que reciben los alumnos del Industrial College of the Armed Forces (ICAF) a la hora de realizar un ejercicio consistente en desarrollar una estrategia nacional de seguridad. Estos alumnos son los futuros cuadros civiles y militares de las principales instituciones de seguridad norteamericanas. Ignatius, que es quien cuenta esta historia, asegura que después de una década de guerras y de crisis financiera, el nivel del endeudamiento es el principal peligro para la seguridad norteamericana. Y añade otra cita inquietante de un alto funcionario del Pentágono: “De los 25 mayores deudores del mundo, 19 son naciones aliadas a Estados Unidos”. No olvidemos que los emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India, China) son los menos endeudados.
El problema de seguridad planteado por el endeudamiento también es español y europeo. Habrá que ver cómo se mantienen los actuales compromisos de seguridad que tenemos los europeos en muchos puntos del planeta en el momento en que acaba de empezar la gran poda que dejará nuestras economías públicas y privadas peladitas al rape como los reclutas de antaño. La era de la responsabilidad fiscal exigirá, probablemente, un nuevo tipo de comportamientos sobre todo por parte de los políticos. Se acabó el tiempo de apaños y chapuzas, resueltos por cambalaches que incluían siempre una chequera inacabable. Muchos de los grandes consensos políticos, sindicales y sociales exhibidos por unos y otros durante años eran hijos de la gran chequera.
Ahora deberán someterse a la gran tijera, o incluso a la motosierra, según imagen de David Laws, el viceministro británico de Hacienda. La política había sido hasta ahora tarea de reformistas, artistas del retoque indoloro, formados en la escuela del Príncipe de Salina (que todo cambie para que nadie cambie). Los había de derechas y de izquierdas, pero todos eran especialistas en lo mismo: la política como jardinería, con riego por aspersión incluido. Ahora se acabó para una larga temporada este cuidado amoroso de los parterres, que a veces incluían el desmonte suave de los árboles más frondosos.
A la reforma le sucede el recorte. Quien quiera seguir en política debe convertirse en artista pero de la gran tijera, el hacha o incluso la motosierra. Ya no habrá reformadores de derechas y reformadores de izquierdas, sino podadores de lo uno y de lo otro. Los jardineros desfilan, se van, o les echan, y llegan los leñadores con sus músculos potentes y sus temibles aperos de cortar. Y ojalá se haga todo mediadamente bien y rápido en esta nueva era de la responsabilidad fiscal, con decisión y coraje. De lo contrario todavía puede ser peor. Si los leñadores no consiguieran hacer bien su trabajo, vaya usted a saber quiénes llegarán detrás.
* Lluís Bassets es periodista. Director adjunto de EL PAÍS. Se ocupa de las páginas y artículos de Opinión. Escribe una columna semanal sobre temas de política internacional.
Comentarios
Publicar un comentario