Bruselas traspasa la peligrosa línea de los corralitos en su política de rescates con Chipre.

El 10 de enero del año 49 antes de Jesucristo, Julio César decidió cruzar armado con sus ejércitos el río Rubicón, situado al norte de Roma. Ese gesto suponía una declaración de guerra de facto al Senado e inició, una Guerra Civil. César no tomó esa decisión a la ligera. Fue mientras cruzaba el cauce cuando pronunció su famoso “alea iacta est” (la suerte está echada). Algo similar ocurrió en la madrugada del sábado pasado, tras casi diez horas de negociación sobre las condiciones del rescate de Chipre. El Eurogrupo decidió cruzar su propio Rubicón financiero: obligar a los depositantes bancarios cubiertos por los Fondos de Garantía a contribuir al rescate. Ninguno de los programas anteriores (Grecia, Irlanda, Portugal y España) había llegado tan lejos. Y no solo eso: el mensaje de que los depósitos por debajo de 100.000 euros están asegurados en caso de quiebra bancaria ha sido uno de los principales argumentos que el Eurogrupo ha usado para combatir la crisis y dar confianza a los ciudadanos.

Chipriotas a la puerta de un banco en Nicosia a la espera de saber qué pasará con sus depósitos.

Técnicamente se trata de un impuesto (del 6,75% para los primeros 100.000 euros y del 9,9% a partir de esa cantidad), acompañado de un corralito parcial: para disuadir a los clientes de que retiren masivamente el dinero para evitar la tasa, la cantidad equivalente quedará congelada en sus cuentas desde la reapertura de los bancos chipriotas (ver información adjunta).

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Una quita encubierta

Pero como apunta la presidenta del Comité de Asuntos Económicos del Parlamento Europeo, Sharon Bowles, el Eurogrupo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) han disfrazado de impuesto lo que en la práctica es una quita, potencialmente ilegal: “Esta apropiación del dinero de los depositantes corrientes se legisla como un impuesto para tratar de sortear las leyes de garantías de depósitos comunitarias (que protegen los primeros 100.000 euros de los ahorradores)”.


¿Pero había alternativas? Según explicó Jeroen Dijsselbloem, presidente del Eurogrupo, el impuesto a los depósitos chipriotas es inevitable. Pero los ministros de Finanzas de la zona euro tenían varias alternativas encima de la mesa para abaratar la factura de 17.000 millones que iba a suponer el rescate chipriota. A saber: reestructurar la deuda soberana, realizar quitas en la deuda senior de los bancos, infligir pérdidas a los depósitos superiores a los 100.000 euros (no cubiertos) o aplicarlas a todos los depositantes. Todo ello con el objetivo de reducir el rescate hasta los 10.000 millones de euros. La situación estaba enfangada porque al menos 27.000 de los 68.000 millones de euros en depósitos chipriotas son de extranjeros, y una parte indeterminada de ellos pertenece a ciudadanos rusos con fortunas de dudosa procedencia. De hecho, algunas informaciones apuntan a que Chipre tuvo cierto margen para elegir si quería aplicar las pérdidas a todos los depositantes o solo a los grandes, y optó por la primera.


En cualquier caso, tal y como ocurrió con la quita “voluntaria” de la deuda soberana griega en manos de inversores privados, las autoridades europeas han asegurado que lo de este fin de semana es una excepción. Dijsselbloem aseguró que el caso de Chipre era “excepcional”, debido al tamaño del sector bancario chipriota, y que “no se está discutiendo en absoluto” la posibilidad de aplicar medidas similares a países como España e Italia. Por su parte, Jörg Asmussen, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), aseguró que los programas actuales (Grecia, Irlanda, Portugal y España) están totalmente financiados y que no será necesario aplicar ninguna medida similar.

Riesgo de contagio

Sin embargo, ninguno de los dos mandó el mensaje que tal vez todos los depositantes de la eurozona, y especialmente en los países periféricos, esperarían oír: que ningún programa de rescate futuro -no solo los actuales-  requerirá contribuciones a los depositantes. Porque esa es la gran duda que genera esta medida. ¿Cómo reaccionarán los depositantes de los países que podrían necesitar un rescate? ¿Aceptarán la palabra de las autoridades europeas sobre la excepcionalidad chipriota? ¿O interpretarán que ya se ha sentado un precedente y eso mismo puede ocurrirle a cualquiera? Karl Whelan, profesor del University College Dublin asegura que de la respuesta a estas preguntas depende la viabilidad del euro: “Esta decisión tiene el potencial de disparar un pánico bancario a gran escala en la eurozona y eso pondría en cuestión la existencia del euro como moneda común. Sin embargo, simplemente no sabemos como van a reaccionar los depositantes”. Jean Pisani-Ferry, director del think tank Bruegel, lo ve de forma menos dramática y asegura que se trata de un impuesto justo que atendía al binomio rentabilidad-riesgo: como los depósitos chipriotas pagaban más intereses, el impuesto sería una cristalización del riesgo.


Pero no tardaremos mucho en saber las respuestas. Si la expropiación de los depósitos chipriotas es una amenaza a la mismísima existencia del euro o pasa inadvertida por los mercados, es algo que empezaremos a descubrir hoy, cuando abran las bolsas europeas y las primas de riesgo empiecen a oscilar. 18 de marzo de2013: Alea iacta est.

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