La Unión Europea, más que nunca, en manos de la Merkel.

Europa se desmorona, pero la canciller Angela Merkel, sigue sin reaccionar a pesar de que cada vez surgen más voces que piden medidas contundentes para frenar las turbulencias financieras. La directora gerente del FMI, Christine Lagarde, advirtió ayer de que "hay menos de tres meses para salvar el euro" y el Banco Central Europeo (BCE) apremió la creación de una unión bancaria.


La UE se encuentra inmersa en una especie de apocalipsis económico: el bono español a 10 años se disparó ayer a máximos históricos desde la fundación del euro, Grecia está a punto de abandonar la moneda única y países como Austria advierten ya abiertamente de que Italia podría necesitar también el rescate. Para colmo, algunos expertos especulan con la posibilidad de que España, pocos días después de que se le diera un salvamento multimillonario, necesite un segundo rescate. Y los expertos avisan de que Francia empieza a ser bastante vulnerable ante las turbulencias financieras. El ministro de Economía, Luis de Guindos, avisó ayer que espera días de "enorme tensión".

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A pesar de esta olla a presión que está a punto de estallar, Merkel no se atreve a dar un paso firme: titubea sobre los eurobonos, duda sobre la unión fiscal y bancaria y no termina de cerrar las condiciones del rescate que tuvo que solicitar España el pasado sábado. En Europa sólo el barco alemán navega aparentemente sin ningún problema. Mientras tanto, la segunda potencia de la zona euro sufre los efectos de la fuerte tormenta que azota a la moneda única y la tercera y la cuarta empiezan a utilizar botes salvavidas.


La presión para que las autoridades comunitarias resuelvan el embrollo del euro es máxima. Lagarde lanzó ayer un ultimátum: "Hay menos de tres meses para salvar la moneda única". Exigió a los mandatarios de la UE que lancen "medidas decisivas" para superar la crisis, fomentando al mismo tiempo crecimiento y la estabilidad presupuestaria, pero sin pasarse de frenada como en España.

Uno de los temas que más preocupa a Lagarde es "el circulo vicioso entre los bancos y la deuda soberana", un tema en el que España está en el epicentro. Pidió un "enlace directo" entre los recursos comunes de la eurozona (el fondo de rescate) y los bancos de la zona euro. De esta forma se evitaría que países como España, o en el futuro Italia, tengan un estigma sobre su deuda soberana por tener que solicitar auxilio financiero a Bruselas para tapar el agujero de sus bancos.

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Frente a la pasividad de los halcones de la eurozona, los países más activos del euro son, como es razonable, los que tienen la soga al cuello. Ayer fue el primer ministro italiano, el tecnócrata Mario Monti, el que criticó con dureza la gestión de la crisis, un dardo envenenado dirigido a la canciller. "La UE está demostrando, no siempre con la velocidad adecuada, buena capacidad de equiparse para gestionar la crisis, pero hace falta que refuerce su compromiso político con el crecimiento, sin perjuicio de la disciplina presupuestaria, que, sin embargo, no puede mantenerse a largo plazo sin crecimiento", señaló. "Es necesario reforzar la gobernanza europea para tener instrumentos de crecimiento no antitéticos sino coherentes con la disciplina presupuestaria", dijo.

La tozudez de Merkel ha provocado que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder galo, François Hollande, hayan aparcado sus fuertes discrepancias ideológicas para convertirse en fieles aliados. Ambos han defendido los eurobonos que rechaza la canciller, aunque sea a cambio de ceder soberanía fiscal y bancaria. También son partidarios de relajar los objetivos de estabilidad y de lanzar medidas para fomentar el crecimiento, aunque Rajoy no suele utilizar en público este argumento porque tiene el país "monitorizado". De hecho, España perderá soberanía antes de que se ponga en marcha la unión fiscal, ya que la troika formada por el FMI, el BCE y la UE aterrizará en Madrid en las próximas semanas para vigilar el déficit y encajar las piezas del puzzle de la reestructuración de la banca. Además, el canto a favor de políticas de crecimiento es sólo una utopía si las locomotoras de la UE no desembolsan más dinero.

Hasta el BCE le ha tenido que leer la cartilla a Alemania. El vicepresidente del supervisor, Vítor Constancio, avisó ayer que "no es necesario tener primero una unión presupuesaria para tener una unión bancaria". Poco antes, la vicepresidenta del Bundesbank, Sabine Lautenschläger, rechazaba la creación de la unión bancaria sin reglas presupuestarias más estrictas.


Pero la canciller sigue impasible a pesar de que se habla abiertamente de un corralito en Grecia, que se plantea recuperar las fronteras en las aduanas europeas para frenar la salida de capitales y de que la prima de riesgo de España llegó a tocar ayer los 543 puntos. Sin embargo, Merkel rechazó ayer de plano la posibilidad de instaurar los "eurobonos", ya que considera que "forzar" una igualación de los intereses que pagan todos los países "no es solidario". Lo justificó diciendo que se reduciría la competitividad de muchos estados. Sólo hizo una leve cesión a la autocrítica reconociendo "errores del pasado" que no quiso concretar... aunque hoy, debido a tantas presiones, se siente dispuesta a hablar, sólo a hablar, del eurobono con los socios de la zona euro.

El Gobierno germano tiene que darse cuenta que si cae el euro, el terremoto también afectará a Alemania. De hecho, los expertos creen que la economía alemana perdería mucho más dinero con la ruptura del euro que si apuesta firmemente por sostener la moneda única.

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