Alfonso Lazo (I). Decálogo del Insumiso
Alfonso Lazo es uno de los viejos e incorruptos ideólogos de aquel PSOE que mamó socialismo, ya extinto, en Suresnes. Un socialista que cambió cualquier intento de perversión y apoltronamiento de la actual vida política por su actividad docente... el viejo profesor sabe que la semilla hay que hacerla germinar, que sucumbir ante el asentimiento y consentimiento remunerado es lo que hoy se estila en su partido y en todos. Su bella lucha, la de reponer lo que debería de ser en el lugar que ocupa el "todo vale (por la pasta)", llega a emocionar a personas escépticas y "quemadas" como yo, como tú, como cualquiera que aún se rebele a la injusticia... aunque esta le beneficie.
Para comprenderlo es necesario desglosar su "Decálogo del Insumiso", en un segundo artículo (mañana lo tendrán colgado mis queridos blogueros) entenderán el porqué de la clarividencia y capacidad de vaticinio de todo aquel que maneja la verdad sin cortapisas. Va por ustedes.
El viejo profesor y disidente socialista, Alfonso Lazo, es el autor de este Decálogo insumiso. Lean y disfruten.
En tiempos de turbación no hacer mudanza, decía Ignacio de Loyola y gustaba de repetir José Rodríguez de la Borbolla. Pero cuando las aguas se estancan conviene removerlas para que no amenacen con pudrirlo todo. He aquí algunas sencillas reglas de vida que sin demasiadas pretensiones —consejos que los más viejos se permiten dar a los amigos más jóvenes a comienzos de un nuevo año— pueden ayudar a la necesaria tarea de oxigenación:
Ama la insumisión. El insumiso respeta y reconoce la excelencia, sea en los de arriba o en los de abajo y, al mismo tiempo, se rebela contra la mediocridad venga ésta del poder o de la plebe.
No adores a falsos dioses. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos, pero ni es Dios ni es infalible. El haber ganado unas elecciones no garantiza la bondad o la verdad. Después del escrutinio, el derecho a la crítica y al cambio siguen vigentes. El partido sacro que nunca se equivoca es invención leninista.
No dudes en hacer público lo que piensas, aunque te encuentres en minoría. Nada tan patético como el papel irresoluto y tornadizo de Rosita la pastelera: hoy dices blanco; mañana negro, por pánico a que te tilden de derechas, y de esta manera únicamente consigues poner en evidencia tu cobardía. A fuerza de repetidas, las palabras pierden su sentido original. El franquismo llamaba «comunista» a toda la oposición clandestina, y ser comunista se convirtió en timbre de gloria.
De modo que no te importe tampoco ser llamado reaccionario, porque hoy quienes lo hacen suelen estar al servicio del poder establecido: conservadores temerosos de perder prebendas y privilegios. También Stalin insultaba a Trotsky llamándole aristócrata.
Recupera aquello que usurpan los que se dan a sí mismos el título de izquierda: la Ilustración, el progreso, las libertades. Los amigos de Chávez, de Castro, de la teocracia iraní y de los nacionalismos prehistóricos ya no pueden reclamar una herencia semejante.
Concédete de vez en cuando el placer de epatar a la progresía. Nada resulta tan regocijante como escandalizar la seriedad de los dogmáticos. Existe un amplio depósito de blasfemias adecuadas: admirar a los Estados Unidos, defender el derecho a la vida del Estado de Israel, llamar intelectual al Papa Ratzinger o —escándalo de los escándalos para la política que dicen de género— regalar pelotas a los niños y muñecas a las niñas. Incluso puedes permitirte la asistencia a esas enormes manifestaciones de masa que tanto irritan a los que estaban convencidos de que la calle era suya.
Tienes todo el derecho del mundo para pecar contra la fe en el «cambio climático provocado por el hombre». Dogma de la Iglesia Verde que el poder político utiliza a fin de aterrorizar a la sociedad. Gente aterrorizada es gente manipulada.
Combate la prepotencia perdiéndole el respeto. Cuanto más sabios son los hombres tanta menos importancia dan a las formas; mientras que los mediocres en el poder inventan protocolos y extreman la majestad. Los hombres de categoría son más frívolos, es decir, más tolerantes. A la muerte de Sacha Guitry se dijo: nos enseñó que la frivolidad puede ser una virtud.
Cuando tu insumisión te pese, recuerda el relato de Alfonso Daudet: El lobo se come a la cabra del señor Seguin, pero al alba, después de que la cabra luchara toda la noche. Si hemos de caer, que sea a la salida del sol.
Por último, no consultes los oráculos: las encuestas siempre se equivocan.
Y como en todo decálogo, también estos diez mandamientos se encierran en dos: ama la libertad sobre todas las cosas y ten el valor de hacer frente a una rampante corrección política que seca los cerebros alienados y emotivos.
Para comprenderlo es necesario desglosar su "Decálogo del Insumiso", en un segundo artículo (mañana lo tendrán colgado mis queridos blogueros) entenderán el porqué de la clarividencia y capacidad de vaticinio de todo aquel que maneja la verdad sin cortapisas. Va por ustedes.
El viejo profesor y disidente socialista, Alfonso Lazo, es el autor de este Decálogo insumiso. Lean y disfruten.
En tiempos de turbación no hacer mudanza, decía Ignacio de Loyola y gustaba de repetir José Rodríguez de la Borbolla. Pero cuando las aguas se estancan conviene removerlas para que no amenacen con pudrirlo todo. He aquí algunas sencillas reglas de vida que sin demasiadas pretensiones —consejos que los más viejos se permiten dar a los amigos más jóvenes a comienzos de un nuevo año— pueden ayudar a la necesaria tarea de oxigenación:
Ama la insumisión. El insumiso respeta y reconoce la excelencia, sea en los de arriba o en los de abajo y, al mismo tiempo, se rebela contra la mediocridad venga ésta del poder o de la plebe.
No adores a falsos dioses. La democracia es el menos malo de los sistemas políticos conocidos, pero ni es Dios ni es infalible. El haber ganado unas elecciones no garantiza la bondad o la verdad. Después del escrutinio, el derecho a la crítica y al cambio siguen vigentes. El partido sacro que nunca se equivoca es invención leninista.
No dudes en hacer público lo que piensas, aunque te encuentres en minoría. Nada tan patético como el papel irresoluto y tornadizo de Rosita la pastelera: hoy dices blanco; mañana negro, por pánico a que te tilden de derechas, y de esta manera únicamente consigues poner en evidencia tu cobardía. A fuerza de repetidas, las palabras pierden su sentido original. El franquismo llamaba «comunista» a toda la oposición clandestina, y ser comunista se convirtió en timbre de gloria.
De modo que no te importe tampoco ser llamado reaccionario, porque hoy quienes lo hacen suelen estar al servicio del poder establecido: conservadores temerosos de perder prebendas y privilegios. También Stalin insultaba a Trotsky llamándole aristócrata.
Recupera aquello que usurpan los que se dan a sí mismos el título de izquierda: la Ilustración, el progreso, las libertades. Los amigos de Chávez, de Castro, de la teocracia iraní y de los nacionalismos prehistóricos ya no pueden reclamar una herencia semejante.
Concédete de vez en cuando el placer de epatar a la progresía. Nada resulta tan regocijante como escandalizar la seriedad de los dogmáticos. Existe un amplio depósito de blasfemias adecuadas: admirar a los Estados Unidos, defender el derecho a la vida del Estado de Israel, llamar intelectual al Papa Ratzinger o —escándalo de los escándalos para la política que dicen de género— regalar pelotas a los niños y muñecas a las niñas. Incluso puedes permitirte la asistencia a esas enormes manifestaciones de masa que tanto irritan a los que estaban convencidos de que la calle era suya.
Tienes todo el derecho del mundo para pecar contra la fe en el «cambio climático provocado por el hombre». Dogma de la Iglesia Verde que el poder político utiliza a fin de aterrorizar a la sociedad. Gente aterrorizada es gente manipulada.
Combate la prepotencia perdiéndole el respeto. Cuanto más sabios son los hombres tanta menos importancia dan a las formas; mientras que los mediocres en el poder inventan protocolos y extreman la majestad. Los hombres de categoría son más frívolos, es decir, más tolerantes. A la muerte de Sacha Guitry se dijo: nos enseñó que la frivolidad puede ser una virtud.
Cuando tu insumisión te pese, recuerda el relato de Alfonso Daudet: El lobo se come a la cabra del señor Seguin, pero al alba, después de que la cabra luchara toda la noche. Si hemos de caer, que sea a la salida del sol.
Por último, no consultes los oráculos: las encuestas siempre se equivocan.
Y como en todo decálogo, también estos diez mandamientos se encierran en dos: ama la libertad sobre todas las cosas y ten el valor de hacer frente a una rampante corrección política que seca los cerebros alienados y emotivos.
biba la pesoe er partio umilde y der travajaor
ResponderEliminarBIBAAAAAAAA
Querido bloguero... el socialismo de Alfonso Lazo nada tiene que ver con el del actual PSOE desgraciadamente. De hecho, a pesar de ser un histórico de la formación socialista, en la actualidad práctica la disidencia enfrentada hacia dicho partido. Mañana leerás un artículo de Alfonso Lazo en el que el viejo profesor socialista se descuelga con unas aseveraciones hacia Zapatero y el actual socialismo realmente acongojantes y demoledoras.
ResponderEliminarNada tiene que ver Lazo con Semprún (el ideólogo vivo más prestigioso del PSOE) o las plumas dóciles hacia la calle Ferraz como pueda ser la de Jose María Ridao que, por supuesto, también tendrán cabida en este blog.
Alfonso Lazo, el Jaramillo del PSOE
ResponderEliminarCuanta razon tiene el señor Lazo. Yo que vivi el castrismo puedo dar fe de que los tiranuelos son asi. No tienen nada que ver ni con la derecha ni con la izquierda. Se colocan en el pedestal y quieren morir en el , matando al que lo cuestione. Y los mediocres siempre se cuelgan del poder, como que no son capaces de brillar por ellos mismos.
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