¿Adelgazar?. Expansión.com

La única solución a la crisis es la reforma. Hay que modificar todo aquello que supone una rémora y hay que hacerlo con determinación, pero pensando en sentar las bases para un nuevo porvenir. Muchas son las cosas que hay que reformar; la del Estado es incuestionable: hay que aligerar el Estado. No se trata de hacer realidad las tesis liberales más radicales del Estado mínimo.

En el momento presente de España, no estamos precisamente para ideologías. No parece razonable que nos entretengamos con discusiones ideológicas. Hemos visto y, lamentablemente, seguimos viendo las consecuencias de un Gobierno ideologizado que, por este impulso ideológico (además de evitar la derrota electoral), ocultó la crisis y retrasó hasta el absurdo la adopción de cualquier medida para afrontarla.

Se trata de reducir gastos inútiles que nada aportan a los ciudadanos. Hay que adelgazar el Estado de la grasa enfermiza de la obesidad. El Estado español es un Estado obeso. En el ámbito del Estado central sobran Ministerios, especialmente aquéllos que no tienen el respaldo competencial correspondiente. El Estado central no puede tener Departamentos por el mero prurito ideológico. También se requiere una severa operación de adelgazamiento de las miles de entidades dependientes o asociadas a aquéllos.


En el ámbito de la organización territorial del Estado, la reforma es más compleja; no tanto porque no se sepa qué es lo que hay que hacer, sino por la falta de lealtad de algunos. En una organización territorial federal, por ejemplo, serían las Comunidades Autónomas las encargadas de la ejecución del grueso de las políticas (federalismo de ejecución), por lo que podrían desaparecer instancias administrativas tanto centrales como provinciales.

Ahora bien, cuando algunos se empeñan en seguir saboteando la unidad, en seguir sembrando la desconfianza, en seguir considerando que España como unidad es una rémora, cualquier avance en la dirección federal es vista con desconfianza. Si además, este avance es considerado como una oportunidad para construir el Estado "cartagenero", todavía habrá más rechazo.

El problema del Estatut de Catalunya no es tanto que fuerce las costuras constitucionales para que, según afirman sus promotores, Catalunya se encuentre cómoda en España, cuanto que sabemos que no será suficiente para contentarlos cuando el escenario final se otea con tanta claridad. En otros términos, ¿forzar las costuras constitucionales hacia un federalismo formal fuertemente confederalizante será suficiente para complacer al genio del nacionalismo? La respuesta es negativa.

Este genio ya tiene un plan desde que Prat de la Riba afirmase a fines del siglo XIX que España es un Estado sin nación y Cataluña una nación sin Estado. La consecuencia es evidente: el reto del momento histórico presente es cómo adelgazar al Estado español sin debilitarlo.

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