El parto de los montes. José García Domínguez
Confiesan de don Eugenio D´Ors los avisados que, tras dictar sus artículos y ensayos a la eficiente Angelina, la mecanógrafa que siempre transcribía su producción, de modo invariable, le preguntaba:
– ¿Se entiende, Angelina?
A lo que ella replicaba, también con rutinaria frecuencia:
– Perfectamente, maestro.
– Pues entonces oscurezcámoslo –terciaba al punto y algo contrariado el que fuera ideólogo de cabecera de la Lliga de Cambó y de la Falange del otro, o viceversa, que tanto monta. Un modus operandi, ése del polivalente D´Ors, que recuerda la célebre máxima filosófica de Cossío: "Ya que no podemos ser profundos, seamos al menos confusos".
– Pues entonces oscurezcámoslo –terciaba al punto y algo contrariado el que fuera ideólogo de cabecera de la Lliga de Cambó y de la Falange del otro, o viceversa, que tanto monta. Un modus operandi, ése del polivalente D´Ors, que recuerda la célebre máxima filosófica de Cossío: "Ya que no podemos ser profundos, seamos al menos confusos".
Viene a cuento el excurso porque esas cuarenta farragosas páginas que ocupa el decreto de la reforma laboral gastan toda la pinta de esconder mucha más trampa que cartón. Y es que, tras intentar traducirlas al castellano, uno concluye, exhausto, que la prosa de Derrida, Althusser y Lacan era un vaso de agua clara al lado de los inextricables barroquismos leguleyos de los escuderos de Corbacho. No obstante, entre lo que malgré lui se entiende, brilla la firme deriva de la socialdemocracia hacia el dadaísmo. Razón última de que, a partir de ahora, vaya a convertirse en obligación muy prioritaria del Estado subvencionar las escabechinas de plantilla en las compañías privadas. Frente a la lógica económica más elemental, la misma que ordena pagar a quien contamine, el estrambote zapateril que incentivará los despidos al socializar parte de su coste a cuenta del erario.
Ocho días de nómina con cargo a los contribuyentes como premio por cada puesto de trabajo indefinido que destruya cualquier empresa, no sólo las pymes agónicas. Ya puestos, ¿por qué no regalar también un mechero de plata a los pirómanos censados en el Ministerio del Interior? Y aún habrá quien siga afeándole la conducta al que asó la manteca. En fin, a poco más que eso, amén del parche Sor Virginia de los treinta y tres días, se reducirá el parto de los montes que nos ha hecho perder dos años con la cháchara inane de los "agentes sociales". Y lo que te rondaré, morena. Porque la treta filibustera de tramitar el amago como proyecto de ley, aún habrá de prorrogar ad calendas grecas la firma de un texto definitivo. ¿Lo vamos entendiendo?
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