Una semana con freno y marcha atrás. José Antonio Fdez. Hódar y Carmen Ramos.
El viernes de la semana anterior el Ibex 35 cerró a las puertas de los 9.500 puntos. Hemos visto dos bajos cerca de los 9.000. Un jueves soleado, con máximos en 9.488 puntos, seguido de un viernes de desplome. Cualquier cosa, menos aburrida.
Se cierra una semana de aúpa. De esas que dan ganas de tirar los trastos y decir a los amiguetes lo que en cierta ocasión dijo Kostolany a sus colegas: "Señores, hasta el próximo ciclo" y se tomó varios años de vacaciones bursátiles. Esta semana ha dado igual ser bajistas o alcistas, porque al margen de la postura adoptada, lo normal habrá sido equivocarse a la media hora de abrir una posición corta o larga.
La cota de los 9.000 puntos está ya perforada. El 25 de mayo el Ibex 35 marcó un mínimo en 8.812,10 puntos y el del viernes estuvo en los 8.881,7. Aunque en aquella ocasión el índice recuperó al cierre el 9.000, en ésta no bajó más porque sonó la campana y se acabó la sesión. La bolsa española no está reflejando la evolución de nuestras empresas. Está actuando como barómetro de la economía y ésta pinta muy mal.
Ahora ya no vale decir que nuestra bolsa baja porque bajan todas, porque cuando todas bajan, nosotros bajamos mucho más. Y cuando suben, subimos muchísimo menos. Las bolsas de París y Francfort, sobre todo esta última, tienen un aspecto que invita a ser medianamente optimistas. La Bolsa de Madrid, invita a cualquier cosa, menos al optimismo. Buena parte del efecto de arrastre a la baja lo tienen nuestros dos grandes bancos. Aquellos que salieron por su propio pie de la crisis, sin necesidad de ser intervenidos, rescatados o parcialmente nacionalizados, como le ocurrió a Commerzbank, segundo banco alemán. Ahora son los malos de la película porque tienen deuda pública española en sus carteras, lo que casi es un pecado en un momento en el que Pimco, la mayor gestora de renta fija del mundo, ha reducido a cero su cartera de bonos españoles.
El interbancario ya no circula en todas direcciones. Y si tras la quiebra de Lehman Brothers los bancos cerraron el grifo por no saber quién tenía activos tóxicos, ahora lo cierran para quienes tengan deuda estatal de los países periféricos de la zona euro. Y ahí estamos, sin saber quién nos puede sacar de ésta. Porque las medidas que va a adoptar el Ejecutivo van a ser tan efectivas como el que tiene tos y se rasca las orejas. No van a generar empleo, porque con el grifo cerrado, las Pymes irán cayendo una tras otra. No se va a reducir el déficit del Estado por una rebaja simbólica de sueldo a los funcionarios. Ni se va poner coto al derroche del dinero público y mucho menos a tanta y tantas subvenciones. Menos mal, que los dos sindicatos mayoritarios, en un gesto de responsabilidad, van a convocar una huelga general, que será secundada por todos los liberados sindicales. Con eso, seguro que ganamos credibilidad en Europa.
El riesgo país va a seguir haciendo daño, pero hay que dejar abierta una ventana a la esperanza. España no va quebrar y el dinero invertido en los grandes valores españoles dará frutos, cuando este país nuestro sea capaz de dar al mundo una imagen de seriedad y credibilidad.
*José Antonio Fernández Hódar, escritor, articulista de Expansión.com, Broker y especialista en Bolsa. Miembro del Instituto Español de Analistas Financieros. Carmen Ramos, economista, miembro del Instituto Español de Analistas Financieros.
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